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Arquitectura Inversa – Texto curador

John Mario Ortiz, Arquitectura Inversa, 2023. En Proyecto Binario.

En 1981, cuando IBM tenía el control absoluto sobre la producción de software básico (BIOS), un laboratorio decidió romper el monopolio, para lo cual se propuso inventar lo que ya estaba inventado. Entonces organizó dos equipos: un grupo de ingenieros describiría rigurosamente el comportamiento del software; mientras el segundo, a partir de esa descripción, se daría a la tarea de crearlo, no de copiarlo. Cuando al fin, lo consiguieron y comercializaron el producto, IBM perdió la demanda sobre autoría, pues su competencia no había copiado su invento en strictu sensu, sólo lo había vuelto a inventar bajo la certeza de que era un objeto viable.

Existen dos formas de replicar un software o cualquier otro aparato tecnológico. La primera es sencilla: robar la fórmula; la segunda, por su parte, radica en tomar el objeto a ser reproducido y proceder a desarmarlo –paso a paso, fase a fase–, para entender su plan: cómo fue proyectado, cuáles fueron las etapas de su construcción, y, entonces, hacerlo nuevamente. Incluso corrigiendo cualquier falencia que no hubiera sido considerada en el original. Este segundo camino se denomina “ingeniería inversa”.

El título de esta exposición del artista John Mario Ortiz en Espacio Binario, “Arquitectura inversa”, hace referencia a ese segundo camino; esa posibilidad de desbaratar un objeto, con el fin de analizarlo y comprenderlo: teniendo en cuenta que analizar es dividir, mientras que comprender es reunir lo analizado.

Arquitectura inversa se articula con las búsquedas y cuestiones que ha desarrollado este artista en más de dos décadas de producción de obra plástica, lapso en que se ha preguntado una y otra vez por ¿cómo podríamos hacer una ciudad a la inversa? ¿cómo podríamos desarmar el plan (no-plan) urbano, constructivo, para finalmente comprenderlo?

Una arquitectura o un urbanismo inverso es ciertamente una contradicción en los términos, no solo porque no podemos desbaratar los edificios, la ciudad misma (¡que ya quisiéramos!), sino porque la expansión de nuestras ciudades en sí –me refiero a América Latina– difícilmente siguió un plan. Los llamados “planes maestros” de nuestras urbes, se hundieron una y otra vez en la marea de la burocracia y la administración pública, asunto que el artista ya ha abordado antes. Vale recordar la obra de 2018, Plan Maestro, la cual partía del plan urbanístico de Medellín que, trazado por Pedro Nel Gómez en la primera mitad del siglo XX, jamás fue ejecutado.

John Mario Ortiz es un agrimensor. Un artista obsesionado con el plan, la proyección, el programa y, por su puesto, sus errores, los glitches en el sistema; sistema que aún pareciendo caótico resulta bastante ordenado. Las ciudades cada vez tienen menos metros cuadrados sin registrar en catastro, con un número/dueño que ha de pagar predial. Toda la extensión del mundo está en el archivo, lista para traducirse en números –impuestos—que pueden describir gráficos, tal como un logaritmo matemático va dejando su huella sobre un papel milimetrado. Asunto que no escapa a este artista. La obra Espacio Inflacionario de 2017, da cuenta de ello. En esta, pequeñas incisiones en una malla de fibra de vidrio siguen el plan que les presta un logaritmo; un camino matemático que otorga un recorrido preciso y, sobre todo, estipulado de antemano.

Para Arquitectura inversa, John Mario Ortiz ha decidido presentar dos planes. El primero, una avanzada por el espacio construida a través de soportes para repisas, “L” metálicas o pi-amigos, clásicos soportes de estantería, seriados, fáciles de encontrar en cualquier ferretería y resistentes; en efecto, un par de los más grandes puede soportar hasta 150 kilogramos. Soportes que, en esta obra, se acoplan entre ellos, entrelazándose unos a otros para multiplicarse en decenas, centenas, encontrando por única función la de soportarse a sí mismos.

El segundo plan-obra está hecho con el sistema de ensamblaje de las mesas de dibujo técnico: esos listones de madera clásicos que se aseguran con un tornillo mariposa, para regular el ángulo del tablero. Ahora bien, en estas piezas, nuevamente, los listones se propagan para dejar de ser mesa, mueble, y acoplarse entre ellos, creando un error en su función, pero haciendo viable su estructura. Y aquí, no hay que olvidar el origen de esos listones; su pasado de mesa de proyección, el cual se encuentra, sin duda, cargado de sentido. Fue justamente en esas mesas en las que se configuraron los planes, los edificios, los puentes, e, incluso, y mal que bien, la ciudad. En suma, fue justamente sobre los tableros de esas mesas en donde se concibieron los espacio virtuales, que habría de volverse nuestra realidad, listones que ahora dejan la mesa para abarcar el espacio real, abandonando la virtualidad de lo proyectado.

Así, en esta exposición, John Mario Ortiz retira la función de uno y otro elemento, de soportes y listones, para realizar especies de objetos absurdamente funcionales, tal vez hiper-funcionales, debido a que su función se torna exclusiva: ser autoportantes. En este sentido, el artista desbarata la mesa, la analiza, la divide, para después comprenderla, esto es reunirla como un todo. Pero entre el análisis y la comprensión ha salido un nuevo objeto, un organismo autónomo que ya no se parece en nada al original, y que, por el contrario, lo excede y contradice.

Julia Buenaventura-EscuelaConcreta

INFORMACIÓN EXPOSICIÓN EN PROYECTO BINARIO

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