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ANSELM KIEFER: El paisaje es la memoria de la historia

“Lo que me interesa es la transformación, no el monumento. No construyo ruinas, pero siento que las ruinas son momentos en los que las cosas se muestran. Una ruina no es una catástrofe. Es el momento en que las cosas pueden volver a empezar”. Anselm Kiefer

Anselm Kiefer. Foto: Renate Gra

La obra de Anselm Kiefer (1945), es monumental, conmovedora, absoluta; representa el microcosmos de la memoria colectiva construida con capas tras capas de pintura, de sedimentación, de caligrafías y materia. Abarca pinturas, vitrinas, instalaciones, libros de artista y una serie de trabajos en papel como dibujos, acuarelas, collages y fotografías alteradas que están impregnados de referencias históricas, políticas, literarias, poéticas y teológicas. Aunque fue educado como un católico estricto, en los años 80 viajó a Jerusalén; se interesó en el judaísmo, en la Shoa, la Kabbalah, y la representación de su simbolismo, lo que para él reforzó el reto de convertir algo puramente intelectual en imágenes, es decir, hacer aparecer lo invisible.

Anselm Kiefer, Heroic Symbols (1969). Tate and National Galleries of Scotland, © Anselm Kiefer.

Anselm Kiefer, Das moralische Gesetz in uns, der gestirnte Himmel über uns (1969-2010). Tate and National Galleries of Scotland, © Anselm Kiefer.

Su interés en la mitología, a diferencia de las leyes de la ciencia que son específicas y están limitadas por el espacio y por el tiempo, se debe a que puede explicar el mundo en su totalidad a través de los símbolos y las imágenes. Y el paisaje, que en él es fenómeno geográfico y construcción cultural, se reinterpreta de tantas maneras como es posible en la poética de la imagen: un desierto que habla sobre el principio femenino de la división, una pintura donde el invierno es caligrafía y poema, incendios forestales que anticipaban el destino de la tierra, paisajes desolados de transformación alquímica, barcos hundiéndose bajo olas de yeso, campos de espigas que son cabellos y recuerdos.

Anselm Kiefer, Nothung (1973). Museum Boijmans Van Beuningen, Rotterdam. © Anselm Kiefer, Foto: Studio Tromp, Rotterdam

Anselm Kiefer, Faith, Hope, Love (1976). Met Museum. © Anselm Kiefer. Foto: The Met

Kiefer nace en Donaueschingen, futura República Federal de Alemania, como parte de una generación post-guerra a quien le correspondió reconstruir la identidad alemana después del su reciente pasado nazi. Hijo de un profesor de arte, siempre quiso ser artista. Estudió en las academias de arte de Friburgo y Karlsruhe, graduándose en 1969. Al terminar, abandonó su país natal y viajó durante tres años para establecerse después en Neckar-Odenwald-Kreis hasta 1992; tiempo después del cual se trasladó a Francia, para vivir entre París y Barjac, a las afueras de Nimes, donde construyó un estadio en un terreno de 35 hectáreas que enlaza edificios, almacenes y cámaras subterráneas. Una serie de construcciones que quizás también le permiten superar los límites que impone un lienzo y que hacen parte de esa forma que tiene de extender la memoria y la capacidad de imaginar cultivada desde su niñez.

Anselm Kiefer, Varus (1976). Colección Van Abbemuseum, Eindhoven. Foto: © Jochen Littkemann

Anselm Kiefer, Yggdrasil (ca. 1980). Met Museum. © Anselm Kiefer, Foto: The Met

Aunque al principio fue la fotografía performática el medio de predilección de uno de los artistas más importantes de nuestro tiempo, pronto, la pintura se convirtió en el centro de su práctica. A principios de la década de 1980, Kiefer creó alrededor de treinta cuadros, fotografías pintadas y acuarelas que hacen referencia en sus títulos e inscripciones al poema Todesfuge del escritor judío rumano Paul Celan. Entre 1980 y 1983 vinieron los edificios de piedra como referencia a famosos ejemplos de la arquitectura nacionalsocialista; y en 1984-85, la serie de obras sobre papel que incorporaban fotografías de paisajes desolados con postes y líneas eléctricas como crítica al emplazamiento de misiles nucleares tácticos en suelo alemán. 

Anselm Kiefer, Dein Goldenes Haar, Margarete (1981). Colección Doris y Donald Fisher, San Francisco Museum of Modern Art. © Anselm Kiefer,
Foto: Ian Reeves

Anselm Kiefer, Interior (1981). Colección Stedelijk Museum, Amsterdam. © Anselm Kiefer, Foto: Collection Stedelijk Museum, Amsterdam

Después, los temas recurrentes en la obra de Kiefer pasaron de la revisión de la identidad nacional alemana, a las posibilidades del trauma colectivo; a la mitología, el simbolismo y la teología. Entonces incluyó referencias a la historia antigua hebrea y egipcia en sus cuadros; una serie sobre los mitos universales de la existencia; un ciclo de grandes pinturas del macrocosmos, y también las pinturas del mar. En la siguiente década esta forma de experimentar con la pintura se haría más cercana a la escultura y sería cada vez un comentario más amplio, a la vez sombrío y esperanzados, sobre la experiencia humana.

Anselm Kiefer, Osiris und Isis (1985–1987). San Francisco Museum of Modern Art. © Anselm Kiefer, Foto: Ben Blackwell

Anselm Kiefer, Lilith (1987–9). Tate Modern. © Anselm Kiefer

La vida secreta de las plantas, y los dípticos de bosques encerrados en vitrinas de cristal, serían los vínculos con instalaciones posteriores como La Morgenthau Plan, donde el espacio de exposición se llena con una escultura de un campo de trigo dorado y una jaula de acero de cinco metros de altura, o como las torres de casitas de latón que exhibió en la Pirelli Fondation. Cada vez más, los elementos, materiales y objetos que el artista ha acumulado y organizado taxonómicamente en su estudio en Barjac, son integrados a sus enormes pinturas e instalaciones: una pintura con dientes y mechones de pelo que apenas se distinguen bajo la superficie; un hacha que sobresale sobre enormes capas de pinturas. Una arqueología maravillosa del material.

Anselm Kiefer, Die Orden der Nacht (1996). (Museo de Arte de Seattle). © Anselm Kiefer

Anselm Kiefer, Für Paul Celan: Aschenblume (2006). (Colección Privada). © Charles Duprat

Su obra siempre ha sido profundamente reflexiva. Para él, el espíritu está contenido en la materia y la misión del artista es extraerlo tan radicalmente como sea posible. Y si esto ocurre, el artista es entonces un mediador que capta y traduce lo transitorio. Por esta razón las propiedades sensoriales, alquímicas y simbólicas de los materiales son tan importantes: la paja, el plomo, la ceniza, la arena, raíces, el betún, el vidrio, el pelo humano; todos son concebidos desde esta relación. Y también lo son los procesos con los cuales transforma de manera irreversible sus pinturas: la combustión, la desintegración, la oxidación; Kiefer corta sus pinturas, las entierra, las salpica con ácidos, las quema y después las reconstruye.

Anselm Kiefer, The Morgenthaum Plan (2012). Vista de la instalación en Gagosian. © Anselm Kiefer, Foto: Gagosian

Anselm Kiefer, Nigredo Morgenthaum (2013). Fundación Denise y Andrew Saul. © Anselm Kiefer Foto: Charles Duprat

La obra de Anselm Kiefer ha sido expuesta y coleccionada por importantes museos de todo el mundo y entre sus exposiciones individuales más importantes se encuentran: “Verbrennen, verholzen, versenken, versanden,” West German Pavilion, 39th Biennale di Venezia, Italia (1980); “Peintures 1983–1984,” Musée d’Art Contemporain, Bordeaux (1984); and Art Institute of Chicago, Illinois (1987, que viajó al Philadelphia Museum of Art, Pennsylvania; Museum of Contemporary Art, Los Angeles; and Museum of Modern Art, New York, en 1989); “El viento, el tiempo, el silencio,” Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid (1998); “Maleri 1998–2000,” Louisiana Museum of Modern Art, Humlebkæk, Dinamarca (2001); “Die sieben Himmelspaläste,“ Fondation Beyeler, Basel (2001); “I sette palazzi celesti,” Fondazione Pirelli, Milan (2004); “Heaven and Earth,” Modern Art Museum of Fort Worth, Texas (2005, que viajó al Musée d’Art Contemporain de Montréal, Québec; Hirshhorn Museum and Sculpture Garden, Washington D.C.; and San Francisco Museum of Modern Art, California, en 2007); Guggenheim Museum en Bilbao, España (2007); “Sternenfall / Chute d’étoiles,” Monumenta, Grand Palais, Paris (2007); “Anselm Kiefer au Louvre,” Musée du Louvre, Paris (2007); Louisiana Museum of Modern Art, Humlebkæk, Denmark (2010); “Shevirat Hakelim,” Tel Aviv Museum of Art, Israel (2011); “Beyond Landscape,” Albright-Knox Art Gallery, Buffalo (2013); Royal Academy of Arts, London (2014); “l’alchimie du livre,” Bibliothèque Nationale de France, Paris (2015); Centre Georges Pompidou, Paris (2015); “Kiefer Rodin,” Musée Rodin, Paris (2017, que viajó a la Barnes Foundation, Philadelphia, en 2018); “For Velimir Khlebnikov — Fates of Nations,” State Hermitage Museum, St. Petersburg (2017); y “Provocations,” The Met Breuer, New York (2017).

Anselm Kiefer, Saturn – Zeit (2015). Centre Pompidou, © Anselm Kiefer

Anselm Kiefer, Mme De Staël-De l’Allemagne (2016). Centre Pompidou, © Anselm Kiefer

Anselm Kiefer, Die Lebenden und die Toten (2019). White Cube, © Anselm Kiefer

10.05.21
Por Ana Cárdenas Jaramillo

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