Jaime Ávila es, sin duda, uno de los artistas más significativos del arte contemporáneo colombiano. Su obra ha estado marcado por temáticas cíclicas abordadas desde diferentes ópticas y técnicas, estas últimas producto de la experimentación y la necesidad.
Uno de sus trabajos, expuesto en la galería Nueveochenta, y titulado Ciudad Perdida, Ávila hace una la investigación que lleva desarrollando desde 1994, con el proyecto titulado No toque la mercancía. La obra, que hacía referencia al paisaje fragmentado, la cultura urbana y la ilegalidad en las calles, hizo que Ávila se interesara por los paisajes aéreos y el contraste entre las construcciones lineales de las grandes ciudades y la estructura de montaña de la Cordillera de los Andes que caracteriza la geografía local.
Ciudad perdida, se compone de una serie de dibujos en formato mediano que simulan vistas aéreas de paisajes nocturnos. Cada una de las vistas está delimitada por una serie de estructuras de ordenamiento, visibles a través de la construcción de las ciudades. Las redes de luz eléctrica funcionan en estas ciudades imaginarias como líneas que marcan los límites de los territorios. Ávila hace referencia a la apropiación de la geografía y la expansión de las ciudades sobre el paisaje natural.
El uso de la tecnología como herramienta para la privatización de la tierra se muestra también en los nombres de los paisajes, que adquieren una nueva denominación de acuerdo a sus propietarios. De esta manera el Océano Pacífico podría llamarse el Océano de Jonathan; un cuestionamiento sobre a la colonización de los territorios y la conversión del paisaje natural en propiedad privada; algo que, según el artista, solo funciona con los nombres masculinos. Según Ávila los territorios con nombres femeninos no emiten señales de peligro; al contrario, terminan por sumergirse en un imaginario romántico, evocador y hasta poético.
Al respecto de la obra el artista afirma “La primera vez que escuché el nombre “Ciudad Perdida” fue en el colegio y siempre imaginé una ciudad exótica perdida en medio de la selva entre montañas y paisajes imposibles. La última vez escuché que Ciudad Perdida se llamaban los lugares clandestinos donde cultivaban marihuana entre las montañas del Cauca, y que sus luces de cultivo los delataban en la noche. Estas Ciudades Perdidas son muy lejanas a la versión original de la Sierra Nevada, donde habitan indígenas desde el siglo VII y se resisten a desaparecer ante las fuerzas de la civilización”. Menciona el artista.
En Ciudad perdida la expansión de las urbes convierte la geografía en una extensión de la ciudad. La búsqueda de la ciudad perdida tiene lugar en el recorrido mental que evocan las imágenes. La construcción del territorio imaginado se materializa a través de ese concepto mental de la memoria dibujada, donde el artista va encontrando la ciudad perdida.
Este trabajo fue expuesto en la Galería Nueveochenta, Bogotá.