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La batalla de la diversidad, un presente que se construye sobre ruinas

Cristian Baena analiza desde una visión crítica lo que sucede en la industria de la moda, los editoriales enfocados en el mercado de lujo, y su influencia en la expansión representativa de la moda global como fenómeno cultural.

14.05.2021
Por: Cristian Baena

Esta será la primera columna de opinión que escribiré para la revista EXCLAMA; momentos de análisis alrededor de la moda y sus relaciones con la política, las expresiones humanas, las creencias y la cultura como caminos para comprender el presente de una industria donde el ruido mediático es protagonista, y donde la política interviene dentro de la comunicación, la estética y la representación para convertirse en expresión contestataria que subraya incomodidades y apela a la realidad de muchos y la utopía de pocos.

Quizás en un mundo paralelo exista un sistema que se preocupe por realidades ajenas al privilegio; pero no es el caso de la moda. Aunque en el transcurso de mi carrera he tenido varios quiebres, he aprendido lo feroz y volátil que resulta pertenecer a una industria que desde su raíz ha develado problemas sistemáticos que impactan a diferentes sociedades y que no han sido incluidos dentro de la discusión.

En este espacio les invitaré a hablar de “modas”, como la sumatoria de múltiples elementos y no como sistema unitario. Dentro del lenguaje de la moda, las tendencias son un factor completamente transversal para influir en los consumidores. Algunas son nociones incómodas que aparecen en escena para discutir temas progresistas que a simple vista carecen de profundidad e importancia. Por ejemplo, “La diversidad”. Ese punto clave que sirve para revisar la foto actual de las sociedades y que puede entenderse como una tendencia mediática para vender y limpiar la imagen de una industria que discrimina, que incuba estereotipos y que construye brechas para quienes no representan sus ideales. Les estoy hablando de un pasado que se mezcla con el presente de la misma forma que se reviven tendencias que fueron deseos estéticos en décadas pasadas y reaparecen para provocar. La industria ha evolucionado y las tendencias que se levantan en defensa de los derechos humanos y civiles han impactado en la memoria de las nuevas generaciones: bellezas, colectivos, creativos, cuerpos y una industria entera que produce dinero y fomenta diferentes universos con profundos cuestionamientos, desde la sostenibilidad hasta los feminismos – ¡Ah!, pero no solo existe una versión.

Sobre todo, tenemos reflexiones alrededor de lo político y lo que esto representa en la cotidianidad de un individuo; es decir, el abordar escenarios problemáticos por medio de la moda. Entendamos que la ropa no sólo es un textil, y eso lo dejó muy en claro la industria del lujo con el caso de la ex primera dama Melania Trump, a quien algunas marcas reconocieron y se sumaron a su guardarropa anunciando su apoyo a las ideas y gestión de su esposo; mientras otras, neutrales, expresaron que no podían impedirle que usara su ropa, pero esto no quería decir que estuvieran de acuerdo con las acciones del pasado Gobierno. Esto es el resultado de un sistema como la moda, que encarna un universo que impulsa lo que somos, lo que rechazamos ser, y lo que expresamos cada día al salir de nuestros hogares y en cada pantalla que se enciende ante nuestros ojos.

Me resultaba difícil criticar la industria que me inspira, cuestiona y paga mis cuentas, pero es necesario establecer márgenes diferenciales para conocer lo que sucede dentro y fuera de la industria; alejarnos de un juicio de valor circunstancial para retomar las referencias históricas y analizar cómo han influido en el comportamiento de quienes trabajamos en ella, porque el pasado de la moda persiste en los patrones del presente. No pretendo entonces establecer una verdad absoluta, mucho menos definiciones para comprender un fenómeno cultural que aparentemente resulta superfluo. Creo que es urgente pensar en la diversidad, abrir una agenda política y considerarla una prioridad; cuestionar con lupa las acciones de personajes influyentes que utilizan su poder para continuar con un legado cuestionable en este escenario que representa a creativos, marcas, consumidores y toda la cadena de valor.

Pensemos en la industria del lujo europea y estadounidense que arrastra nuestro mercado latino a la dependencia de lo que es consentido por su consumidor e intenta adaptarlo a unos territorios que por lo general toma tiempo conquistar. Un ejemplo de ello fue cuando Maria Grazia Chiuri, la primera diseñadora mujer a cargo de la casa Dior, lanzó la colección primavera-verano 2017 en la Semana de la Moda de París. La marca estrenó una camiseta blanca de algodón que decía “We Should All Be Feminists” («Todos Deberíamos Ser Feministas»), un guiño al ensayo de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. Este episodio tuvo varias caras; por un lado, el mensaje se convirtió en tendencia en un momento importante para discutir de feminismo, activismos y política en la moda, ganó la atención del público y por supuesto de la nueva consumidora de Dior. Pero luego vino la contradicción: el precio no era para “todos”, la camiseta superaba los USD $600, ¿quién podría comprarla? Pocos, claro. Peero se anunció que parte de las ventas serían donadas a la fundación Clara Lionel que lidera Rihanna, el mensaje creció y finalmente llegó al Fast Fashion como la opción para que un público más amplio pudiera ser parte de este manifiesto entre pares y aliados.


Valentino Spring 2019 Couture Fashion Show – Adut Akech Bior. Gio Staiano – Febrero 2019

Pero un diálogo diverso no sólo parte de la palabra, la imagen cumple un valor importante en la moda; inmortaliza momentos que trascienden en la memoria y tiene la posibilidad de transformar y actualizar lo que la teoría ha dicho históricamente. Un ejemplo de esto es el desfile Haute Couture Spring-Summer 2019 de Valentino, firmado por Pierpaolo Piccioli. Transcurría la tarde en Valentino Place Vendôme, donde sucedería ese inolvidable momento cuando Adut Akech Bior, la modelo sursudanesa (quien después de pasar los primeros años de su vida en un campo de refugiados en Kakuma, Kenia, emigró a Australia para forjarse un lugar en la moda y recibir el premio a la modelo del año en el 2019) abrió la melodiosa pasarela de un desfile que contó con gran participación de mujeres negras y cerró con Naomi Campbell y el Chocolate Dhalia; un vestido en organza negro que despertó lágrimas en una audiencia que no solo apreciaba la belleza de los vestidos que levitaban en el salón, también reconocía ese retrato final de mujeres hermosas que evocaban la imagen de Cecil Beaton en 1948.


Valentino Couture Spring Summer 2019 Paris. Retrato final – Gio Staiano – Febrero 2019

Tendría que decir que no creo en la igualdad -llevamos siglos luchando por ella y continuamos haciéndolo después de que las personas negras dejaron de ser esclavizadas. Ya hemos visto cómo los blancos como estructura de poder invalidaron por completo la Decimocuarta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos que hizo de las personas negras sujetos sin clasificación ni calidad de ciudadanos-. Pero tomaré un caso como ejemplo para cuestionar la moda: tuvimos que esperar 126 años para que un fotógrafo negro, Tyler Mitchell, disparara una portada en Vogue USA (decisión influenciada por Queen B – Beyonce), en una revista que desde 1988 está bajo la dirección de una mujer blanca que sustenta un imaginario racista y se esconde detrás de su poder y disculpas para justificarlo. Sí, la del famoso capul -no se queden únicamente con la historia de The Devil Wears Prada-.

Es verdad que Anna Wintour ha tenido algunos momentos de inclusión cuestionables: publicó en septiembre de 1989 una portada con la modelo Naomi Campbell, pero en ese entonces Naomi era ya una figura reconocida gracias al impulso de Gianni Versace y Vogue Francia se había anticipado teniéndola en su portada en 1988. Y en la edición del September Issue 2020, que Anna tituló “Hope +100 Voices On The Future Of Fashion”, llenó sus más de 300 páginas con contenido de artistas, modelos, fotógrafos y personalidades negras. Una acción que intentaba compensar sus elecciones racistas; actos que no siempre se han vestido de realidad.

A mitad del año pasado y en medio de las manifestaciones por el asesinato de George Floyd, se activaron alertas sobre personajes como ella. Entonces, desde un comunicado interno, la actual directora creativa del grupo editorial Condé Nast se hizo responsable del daño que su gestión había causado en la industria perpetuando el racismo y deduciendo que es difícil trabajar en Vogue siendo una persona negra. Varios trabajadores de manera anónima compartieron con The New York Times lo que se necesita para trabajar en una revista como esta: “ser blanco (a), delgado (a), egresado de una universidad de élite y vestir de cierta manera”. Anna Wintour prometió que haría mejor las cosas y abrió el diálogo para ser criticada, de la misma forma que lo hizo su ex amigo y colega André Leon Talley, quien tomó posición frente a las acciones pasadas de la editora y puso en consideración la posibilidad de que olvidáramos sus errores, aunque estos hubieran inflado el racismo en la industria de la moda, excluido el imaginario de lo diverso y la representación en sus páginas.

Sí, dudamos de las buenas intenciones de hacer mejor las cosas. El mes pasado explotó la noticia de la próxima y prometedora editora en la edición Teen Vogue, Alexi McCammond, una periodista de 27 años que había ganado respeto de la editorial por su trabajo de periodismo político y que parecía ser la próxima joya para la edición juvenil. Sin embargo, 10 años atrás, Alexi compartió unos tuits homófobos y racistas, lo que desencadenó fuertes críticas de los empleados de la revista, clientes y el público en general. Este “error” de adolescente le cerró una gran oportunidad en un medio que es tendencia por su lenguaje, su propuesta periodística y su inclusión. Pero aquí les dejo la pregunta, y si quieren me la responden a mi correo o a mi Instagram (@masdolcequegabbana) que aparece al pie de esta columna: ¿Se podría perdonar un error del pasado como este? Al final, Alexi publicó un comunicado expresando su decisión de no tomar el cargo, aún cuando contaba con el apoyo de Anna Wintour.

No olvidemos que los derechos no son absolutos. La igualdad es parte fundamental de nuestra Constitución de 1991 -artículo 13 para ser más exacto-, una de las más avanzadas en términos de legislación. Hay leyes que abordan temas raciales y de derechos para todas, todos y todes, pero eso se queda en el papel y bajo la interpretación de quienes toman las decisiones en un país administrado por conciencias que en su mayoría rechazan lo diverso y ven en ello el libertinaje y la renuncia a los valores de sus creencias religiosas y ultraconservadoras. La diversidad rompe por completo el orden binario y se extiende hacia la otredad, abre el camino al otro que no cabe en el sistema normativo y percibe lo diferente como positivo. En la moda hay muchos puntos de valor que me tomarían páginas para abordar; problemáticas que van desde el género, la religión, el feminismo, el body positivity, el racismo y la naturaleza humana como objetos de análisis para profundizar y cuestionar.

Nunca olvido la frase de Aristóteles “toda acción humana es una acción política, todos los seres humanos somos seres sociales”. La moda es responsable de muchos temas, pero no será la salvadora. Es un instrumento, y somos nosotros los que tomamos la decisión de usarla para crecer y alejarnos de esa interpretación ciega, sorda y muda. Los espectros son cada vez más amplios y buscan equiparar la mirada de una sociedad globalizada y limitada a la vez, eliminando cualquier principio que sea un obstáculo para la equidad.

Autor: Cristian Baena


Cuenta con estudios en Contaduría Publica de la Universidad Central, así como en Mercadeo y Comunicación de Moda en LCI Bogotá y preparación en Arte y Estilismo de Moda de la Universidad de Palermo en Buenos Aires. Debido a su carrera principal, ha desarrollado experiencia en Fashion Business. Desde el 2017, creó la empresa consultora BRANDFULL STUDIO, en la cual desarrolla proyectos de comunicación, marketing, branding, producción y estilismo para canales de televisión, instituciones educativas y públicas, celebridades, editoriales de moda, marcas locales e instalaciones en galerías. Es creador y activista de NEGRO y embajador de Fashion Revolution.

Contacto:

Instagram: @masdolcequegabbana
E-mail: masdolcequegabbana@gmail.com

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de EXCLAMA. 

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