Probablemente, no todos estarán de acuerdo con la idea de Mr. Wright, de que: “El museo tiene que ser la primera obra de arte”; sobre todo, aquellos que abogan porque los espacios de exposición sean lo más sobrios posible, con el fin de no generar ruido visual y distraer la mirada en relación con las obras de arte que allí se exhiban. Es decir, un museo no debería ser la competencia estética de las obras y, sin embargo, cuando se trata de los museos Guggenheim, la tensión visual que se genera entre las obras y el espacio de exhibición, parece algo importante. El Museo Guggenheim de Nueva York, es una de las obras de arquitectura más relevantes del siglo XX, y fue realizado por el arquitecto norteamericano Frank Lloyd Wright (1867–1959).
En junio de 1943, el arquitecto recibió una carta de Hilla Rebay asesora de arte de Solomon R. Guggenheim, pidiéndole que diseñara un nuevo edificio para albergar la colección de arte no objetivo, con el requisito de que el edificio fuera diferente a cualquier otro en el mundo: “Necesito un luchador, un amante del espacio […] un creador, alguien que no tema intentar, y un sabio”; y en cuanto a la estructura, añadió: “Quiero un templo del espíritu, un monumento”. Wright aceptó el desafío un tiempo después, pero mostraba suspicacia sobre si la ciudad de Nueva York era la mejor elección para realizar el nuevo edificio, pues este la consideraba sobreconstruida, superpoblada y sin mérito arquitectónico.
Para la estructura principal, el arquitecto ideó una forma que, según su visión, sería la más adecuada al momento de disfrutar de las obras de arte en los recorridos realizados por los espectadores; así que propuso una rampa en espiral que respondía a la necesidad de hacer más intuitivo el recorrido de la exposición haciendo más sencillo entrar en el edificio, subir a través de un ascensor hasta el nivel superior e ir descendiendo por la rampa alrededor de un patio abierto que proporciona luminosidad a la construcción, a través de un gran lucernario. Wright decía que, en la mayoría de los museos, el público debía atravesar largas galerías de exposición, y volver a recorrerlas para dirigirse a la salida. El museo comenzó su construcción entre 1943 a 1956, debido a numerosos retrasos por la decisión sobre el emplazamiento del edificio.
Su concepto estuvo inspirado en un “zigurat”, que fueron antiguos templos babilónicos con forma de pirámide escalonada, considerados “La morada de los dioses”, y que el arquitecto reinterpretó de manera invertida. Para el interior, propuso que si las pinturas estaban inclinadas se verían con una mejor perspectiva y estarían mejor iluminadas que si estuvieran puramente verticales. Además, su trabajo siempre fue movido por la fuerza de la naturaleza, pues creía que los secretos de la naturaleza solo podían descubrirse mediante una contemplación diligente, en tanto que la realidad y la verdad no se encontraban en la superficie de las cosas, sino que requerían un análisis y una reflexión exhaustivos para extraer lecciones valiosas. Por lo mismo, aconsejaba a sus alumnos “estudiar la naturaleza, amarla y permanecer cerca de ella. Nunca te fallará”.
“[…] las formas geométricas sugieren ciertas ideas humanas, estados de ánimo y sentimientos, por ejemplo: el círculo, el infinito; el triángulo, la unidad estructural; el espiral, el proceso orgánico; el cuadrado, la integridad”.
Tal y como lo mencionábamos al inicio del texto, muchos artistas no estuvieron de acuerdo con la estructura y, en una carta firmada y dirigida al director del museo, exponían que los muros inclinados y la rampa no eran adecuados para las exposiciones de pinturas. No obstante, el director se defendió argumentando que las paredes inclinadas favorecerían una mejor perspectiva e iluminación de las obras de arte, considerándola una solución novedosa y que podía servir de precedente para el futuro. La rampa del museo tiene un ángulo de 3 ° y desarrolla 6 vueltas, acercándose hacia el centro a medida que va ascendiendo y provocando que los niveles superiores sean mucho más anchos que los inferiores; esto aumenta la perspectiva al interior generando el efecto que el espacio parezca más alto de lo que en realidad es.
Por otra parte, se utilizaron 7.000 metros cúbicos de hormigón y 700 toneladas de acero estructural solo para dar forma a la “caparazón” del museo. Se trabajó con tres tipos de hormigón: hormigón fortalecido con “Lelite” alivianado para la superestructura, hormigón alivianado para las rampas y los pisos y hormigón con piedras y una capa de yeso pintado para las paredes interiores.
El Solomon R. Guggenheim de Nueva York fue finalizado en 1959, pero lamentablemente, Frank Lloyd Wright no estuvo en la inauguración de su obra maestra, dado que el museo no abrió sus puertas hasta el mes de octubre y el arquitecto falleció en abril de ese año. Un crítico escribió después de su inauguración: “El museo ha resultado ser el edificio más hermoso de Estados Unidos… nunca domina ni por un minuto las imágenes que se muestran”; mientras otro crítico escribía que la estructura es “menos un museo que un monumento a Frank Lloyd Wright”.
Entre 1990 y 1992, el museo permaneció cerrado mientras Gwathmey Siegel & Associates supervisaban una renovación interior y la ampliación de un anexo de 8 plantas que añadía dos plantas para los servicios del museo y cuatro pisos más con aproximadamente 1.850 m² adicionales de espacio, destinado a exposiciones. Así mismo, en 1990 el museo fue designado Monumento histórico de la ciudad de Nueva York.
En el año 2005, se realizó una restauración que fue finalizada en el 2008, y para celebrarlo, la fundación encargó a la artista Jenny Holzer la creación de una proyección de luz específica para la fachada del Guggenheim titulada For the Guggenheim. Ese mismo año, El Secretario del Interior de los Estados Unidos y el Servicio de Parques Nacionales designan al Museo Solomon R. Guggenheim Monumento Histórico Nacional, 49 años después de su apertura. Y en el año 2019 se designó como Patrimonio Mundial por la UNESCO. “El edificio de Wright permitió social y culturalmente a los arquitectos diseñar museos altamente expresivos e intensamente personales. En este sentido, casi cada museo de nuestro siglo puede considerarse hijo del Guggenheim”, escribiría el periodista y crítico de arquitectura Paul Goldberger.
Así, el Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York continúa siendo el testamento elocuente del ingenio arquitectónico de Frank Lloyd Wright, y de su espíritu aventurero que, desde la arquitectura, lo hizo posible.