Por Kika Rocha
29.07.15
Con apenas un telón de fondo y una sola fuente de luz, la sencillez hace precisamente más rico y complejo el trabajo de este fotógrafo neoyorquino reconocido particularmente por sus retratos de políticos, músicos, celebridades y tribus indígenas. Desde que entré a su estudio, ubicado en la calle Nassau en pleno distrito financiero de Manhattan cercano a la famosa Wall Street, no pude evitar pensar en el rudo contraste entre el alma bohemia que vive en estas cuatro paredes y el corre corre de la agitada zona que le rodea. Aquí el dinero, al igual que los sueños, se hace rápido pero igual se pierde a la velocidad de un rayo.
Venía a preguntarle sobre su historia, sus imágenes más célebres, algunas de ellas enmarcadas y colgadas en las paredes de su diminuto apartamento donde el espacio y los objetos están distribuidos de manera matemática para que todo tenga lugar y para que nada se pierda de vista. Terminé dándome cuenta que su misión de vida es «coleccionar» y no solo imágenes, pues guarda también muñecas antiguas, textiles, guitarras y canciones. Luego de respirar su ambiente capté que lo que Coupon principalmente atesora son emocionantes recuerdos y la sed por seguir adelante agregando otros tantos a su archivo es insaciable.
Había sido un día delicado para él. Cuando le hablé para reconfirmar nuestra cita en la tarde, me dijo con tono preocupado que su pequeña Blanca no estaba bien de salud, pero que volvería del médico justo para encontrarse conmigo. Pensé que hablaba de su hija y luego al llegar comprendí que se trataba de su mejor amiga, su fiel compañera. Una perrita que hacía honor a su nombre, con ojos dulces y vivaces a pesar de sus quince años. Esa misma mañana habían tenido que extraerle una muela y el gesto compungido del amo me indicaba quién había sufrido la peor parte.
Nos sentamos frente al computador para que más que mil palabras o preguntas innecesarias me hablaran sus retratos. Las historias se fueron tejiendo naturalmente.
KIKA ROCHA: ¿Cómo empezaste en el mundo de la fotografía?
WILLIAM COUPON: Después de graduarme de la Universidad de Syracuse en Nueva York llegué a Manhattan con una guitarra en la mano y el sueño de ser músico, pues la música ha sido siempre mi gran amor. Trabajé durante un año en una compañía de publicidad y allí decidí empezar a intentar comunicarme con una cámara, a mostrar mi visión, pues mi voz no logró llevarme a muchos lados mientras que mis imágenes, aunque nunca estudié formalmente fotografía, me conectaban con la gente y con los personajes o situaciones que yo quería retratar.
A los 25 años no era un adolescente, tenía madurez y buenos clientes a quien empezar a contactar gracias a mis días en la agencia: Rolling Stone, Time, Esquire, The New York Times, Playboy, The Washington Post, Smithsonian, New York Magazine, Vogue. Con todos ellos comencé a ver los frutos del trabajo.
Empecé a tomar fotos con un propósito: captar al mundo entero. Bien pronto me di cuenta de que mi meta ambiciosa requería mucho más trabajo del que me tracé inicialmente. Desde los primeros retratos la dinámica fue la misma. Sólo una fuente de luz y un telón de fondo salpicado en tonos tierra. Un simulacro de estudio que podría transportar por todo el planeta.
K.R.: ¿Por qué retratista?
W.C: Todo empieza y continúa con mi amor por la gente, mi ojo analítico y mis ganas de establecer contacto. A finales de la década de los setenta mis amigos de barrio, los nuevos punk que tomaban las calles del bajo Manhattan con sus fachas estrafalarias y agresivas miradas intensificadas con Kohl negro fueron ideales para empezar a mostrar mi objetivo. Salí a la calle a fotografiarlos sin invadir su espacio, a una distancia respetable pero al mismo tiempo íntima, estableciendo un lenguaje mudo con mucha intuición, aprendiendo a ver más allá de la forma. No solo hay que aprender a captar el momento, también a editar. Y me sorprendí con los resultados.
K.R.: Admiro especialmente las fotos de las tribus indígenas que reagrupas en la serie llamada “Social Studies”. ¿Han cambiado especialmente tu forma de ver el mundo?
W.C.: Los “Social Studies” me han permitido conocer rincones del mundo y culturas indígenas fascinantes que he podido capturar con mi lente desde lo más genuino de su alma. Los primeros fueron los habitantes de Haití, retratos que siguen siendo mis favoritos, pero luego seguí conquistando legua tras legua del globo para llegar hasta las tribus aborígenes de Australia o los nativos americanos de Arizona y Nuevo México. También los de Laponia, los Druzim en Israel, los Gitanos de la Alhambra, los Pigmeos del Africa Central, los Yupik de Alaska, Kurdos de Turquía, Cunas de Panamá y Chocó de Colombia.
En 1992, fui invitado a Brasil a fotografiar los líderes tribales durante el Earth Summit en Río de Janeiro. El fruto de este trabajo fue expuesto por invitación especial de las Naciones Unidas en la rotonda del Senado en Washington. Fue una manera de dar una voz a su existencia.
Al elevar a estos rostros fascinantes, únicos y desconocidos al mismo plano de una estrella del rock, un político reconocido, o una celebridad creé un mismo nivel de respeto por la humanidad y la esencia íntima. Me gusta ver a todos los seres humanos en un plano de igualdad, de respeto por sus circunstancias y su entorno, sea el que sea. Esta es mi filosofía de vida que se ha ido arraigando y cumpliendo gracias a mi trabajo.
K.R.: ¿Cómo te ganas la confianza de quien se sienta frente a tu lente para que proyecte su esencia?
W.C.: Creo que mis gestos más allá del idioma y mi naturaleza descomplicada me ayudan mucho a inspirar confianza. Mis ojos y mi mirada proyectan amabilidad y esto simplifica la tarea, aunque también es importante intercambiar información básica. ¡Yo comparto…tú compartes!
K.R.: ¿Qué tipo de cámara usas? ¿Cargas un equipo muy grande en tus viajes alrededor del mundo?
W.C.: Las sesiones de retratos privadas son cada vez menos frecuentes y ya no me gusta cargar aparatos enormes conmigo pues prefiero la movilidad y la simplicidad de una cámara de tamaño práctico. Me permiten con mayor facilidad integrarme al entorno, sea el que sea, la selva o la Casa Blanca. Hace algunos años empecé a usar una cámara Leica D-LUX 3 que me encanta por su calidad.
K.R.: ¿Algún lente en especial?
W.C.: La gente se imagina que uso lentes especiales y en realidad desde mis primeras fotos tengo que reconocer que he usado y trabajado con lentes regulares. Me gusta el formato digital 16:9 por su amplitud y su calidad de registro.
K.R.: ¿Sigues trabajando con película o estás dedicado 100% a fotografía digital?
W.C.: Actualmente todo es digital. Pero aquí vivo rodeado de mis fieles amigas, mis cámaras viejas que cada rato me preguntan cuándo emprenderemos una nueva aventura, mi Rollei 6006, mi Polaroid 665. Para campañas publicitarias las digitales son eficientes, para mis proyectos personales sigo con mi Leica D-LUX-3 o mi Lumix LX-3.
K.C.: Hablando de la Casa Blanca y los líderes políticos, ¿tienes alguna anécdota especial para contarnos? ¿Te intimida el poder?
W.C.: Me gusta pensar en aquellos líderes que tratan de mostrar una sonrisa a pesar de estar atravesando inimaginables circunstancias y presión. Clinton y Reagan han sido los más amistosos y divertidos, siendo la sonrisa más socarrona la de Nixon. Me falta y espero lograrlo muy pronto, captar la sonrisa del Presidente Obama. 15 portadas de la revista TIME me recuerdan una época cargada de trabajo, de viajes y tensión.
La vez que he estado más nervioso fue cuando viajé a Suiza a retratar a Yasser Arafat pues al llegar a la cita me di cuenta que había olvidado en el taxi mi famoso telón y no podría cumplir mi objetivo. Alcancé a sudar mares pero en un país tan civilizado y con tanto orden como el helvético tardaron menos de media hora en identificar el auto y hacerlo regresar con mi famoso telón. Eso sí tuve apenas tres minutos para organizar el equipo, disparar y salir de allí corriendo.
Recuerdo también especialmente las sesiones breves e inolvidables con Benazir Bhutto, Kofi Annan y el príncipe Felipe de Inglaterra. A veces tardas más tiempo instalando el equipo, que en mi caso no es mucho, que capturando la imagen de estos personajes de sangre azul.
K.R.: ¿En el plano musical seguramente disfrutaste trabajar con tus ídolos?
W.C.: Fui doblemente feliz. Aquí se unieron mi trabajo y mi pasión verdadera: la música. La revista Rolling Stone me permitió acerarme a Mick Jagger, a George Harrison, Jerry García, y Neil Young entre otros. Una de mis fotos más reproducidas hasta el momento sigue siendo la de Mick Jagger, tal vez porque sigue tan lleno de ritmo y energía como hace cuarenta años.
K.R.: ¿Qué me dices de tu encuentro con artistas como Jean Michel Basquiat?
W.C.: Fui uno de los primeros en retratarlo, en darle alas y confianza en su trabajo. En sus grafitis plasmaba su miedo, su rabia, su dolor y su mente genial. Cuando volvía a verlo años después entendí que su genio había volado…ya no estaba allí. Trascendió a otra dimensión, más allá del sufrimiento, la violencia y la codicia de este mundo.
K.R.: Tu carrera en el plano comercial ha tenido también extenso reconocimiento. Cuéntanos sobre esa faceta.
W.C.: Mi estilo y mi sello personal no son evidentes en las campañas comerciales que realizo, pero de allí sale la financiación para llegar al polo Norte o al rojo centro de Australia. Mis días en la agencia de publicidad me enseñaron a escuchar las necesidades de mis clientes y a explorar la forma de darles gusto. Mis campañas más exitosas han sido para Rolex, Nike, FedEx, Transamerica, Ford, Japan Airlines, Amgen, Searle, Blue/Cross/BlueShield, Apple Computers, las bolas de golf Tietlist o Maxell Audio. También he creado campañas corporativas para Merrill/Lynch, The Washington Post, Morgan Stanley, The New York Times Company, Johns Hopkins University Hospital y la Universidad de Harvard.
K.R.: ¿Algún truco especial para compartir sobre tu técnica tanto con expertos como con novatos?
W.C.: Compartir tus imágenes es una manera de compartir una parte de tu vida, tus ideas y las circunstancias en que viviste esos momentos. Antes de aplicar cualquier técnica o regla confío en mi intuición y busco el lado bueno, bello o amable. Allí está mi verdadero enfoque, mi sello, que como en la pintura es lo que te hace ser reconocible de cualquier otro fotógrafo.