Situado entre High Line Park y el río Hudson, en el Meatpacking District, el edificio consta de espacio para la colección, un centro de educación, un auditorio de teatro, un centro de estudio, una sala de lectura ubicada en la biblioteca, un laboratorio de conservación, una cafetería y un restaurante; estos dos últimos concebidos por el restaurador Danny Meyer.
El edificio cuenta con grandes ventanales con vista al Hudson. Su entrada, ubicada debajo de High Line, ofrece a sus visitantes la posibilidad de recorrer un parque público y un jardín urbano donde se presentan exposiciones de arte. Su fachada, a tono con los edificios industriales que lo rodean, es sencilla, asimétrica y contemporánea de techos en cuadricula que brindan la posibilidad de colgar paredes móviles en las cuales exhibir obras.
La aireada e iluminada construcción ostenta, además, unas escaleras de acero que dan al aire libre, y desde las cuales es posible acceder a sus terrazas, espacios exteriores donde el visitante puede descansar la vista de las zonas de exhibición.
El edificio de Piano ha recibido criticas mixtas por parte de los medios especializados que no comulgan del todo con su aspecto. Michael Kimmelman, crítico de arquitectura del New York Times, lo llamó “Mezcolanza de formas” e incluso comentó que “El nuevo museo no es una obra maestra”; sin embargo, no todo son cielos nublados, pues el mismo Kimmelman se encarga de reivindicarlo al comentar que a pesar de todo, es una valiosa contribución tanto para el panorama cultural de la ciudad como para el sector en donde se ubica.
Otra es la historia que, con respecto a la construcción, cuenta el critico Jerry Saltz de la New York Magazine. Aunque la conclusión sobre el aspecto exterior del edificio sea la misma que expone Kimmelman, Saltz se centra en la función interna de éste, más que en su aspecto exterior. Como amante declarado del arte no puede dejar de maravillarse con la idea de que el edificio fue diseñado y construido pensando más en las obras que va a contener que en convertirse en una obra de arte en si mismo.
A pesar de haber sido llamado “No convencionalmente bello”, “revoltijo” y “Más torpe que romántico” (Paul Goldberger, Vanity Fair); sería un error no destacar las fortalezas de este nuevo apéndice del museo: la gran capacidad que brinda al espectador para concentrarse en el arte, su gran equilibrio entre exteriores e interiores, su compromiso con la arquitectura circundante y sus enormes ventanales que atraen a los espectadores tal como lo hace la luz a las polillas; sin duda, como lo expresa el critico Clifford Pearson de la Architectural Record, un edificio que “…combina la madurez de un arquitecto que ha estado perfeccionando su oficio durante cinco décadas con una sacudida de energía para la gran ciudad».!
Links de interés: Whitney Museum / Renzo Piano