Somos muchos los colombianos que quisiéramos una sociedad mejor y no ajenos a nuestra historia patria, hay muchas perspectivas, múltiples posturas ante las posibilidades de cambiarla. La mayoría están impregnadas por la tristeza, la desesperanza y la resignación.
No es un secreto que para las personas que vivimos en el centro del territorio, nos es fácil quejarnos, vivimos indignados, hablando y hablando de lo mal que se gobierna el país, de la bipolaridad política, de la mala administración de los recursos etc, pero pocos tomamos acción, son más las actitudes pasivas o la negligencia lo que nos caracteriza como ciudadanos.
Por eso hoy, es justo contar la historia del proyecto Trazos de libertad y de su director Carlos Rojas un colombiano que ha dedicado gran parte de su vida a servir a los demás. Decir que es un ejemplo a seguir se queda corto para expresar la admiración que inspira esta iniciativa.
Comenzó en el 2016, guiada por la valentía y acción que Carlos no hubiera logrado si su historia personal, no fuera igualmente un ejemplo de transformación y de trascendencia. Pensionado dragonista del IMPEC y ahora maestro en artes plásticas, a sus 41 años trabaja para ayudar a personas privadas de la libertad por medio del arte plástico.
Trazos de libertad comienza en el 2016, en los patios del Establecimiento Penitenciario y Carcelario La Paz, anterior Centro penitenciario de mediana y alta seguridad de Itagüí. Este año con el proyecto ya estructurado gracias a la experiencia adquirida hace tres años, fue llevado al Centro penitenciario de mediana seguridad de Bellavista en Bello Antioquia. Allí se realizan los talleres enfocados en la enseñanza de diversas técnicas, como dibujo, pintura, escultura e instalación y la exposición de cierre donde los internos exhiben su trabajo, con el apoyo del equipo de trabajo conformado por otros artistas y coleccionistas de arte.
El proyecto como tal se enfoca en brindarle a los internos, técnicas plásticas, herramientas artísticas que les faciliten la expresión de su mundo interno, la exteriorización de sus pensamientos y el reconocimiento de sus sentimientos. Esto con el fin de la resocialización, de darles una nueva oportunidad, de acabar con el estigma de que no hay posibilidades para quien en el pasado hizo daño.
La terapia se efectúa en la medida en que les recuerda a ellos mismos, a sus seres queridos y a la sociedad en general, que también son seres humanos, capaces de hacer cosas bellas y sensibles.
Para Carlos, quien se declara un enamorado de su trabajo y es un fervoroso creyente del poder del arte como agente de cambio, su motivación principal es poder devolverle la dignidad a estas personas haciéndolos visibles. Aportarles a la recuperación de su autoestima, que seguramente fue marchitada por su pasado. El imaginario de que en totalidad son solo seres insensibles y violentos queda sepultado gracias al arte, por que hace que sus familias los admiren por la transformación y las destrezas artísticas que han alcanzado.
Carlos cuenta que la cárcel es como un desierto, un cementerio de personas vivas, que son olvidadas por el Estado, la sociedad o sus seres queridos y que el arte terapia es como un oasis en medio del encierro, que les devuelve la vida y los libera de ese caparazón que se va creando para sobrevivir al peso de su pasado y al espacio de encierro donde los derechos más básicos, generalmente son vulnerados.
Con cariño recuerda historias como la de Julián Vásquez, quien lo despidió con lágrimas cuando terminó el taller artístico en el centro penitenciario en el que estaba laborando. Ex paramilitar y ahora artista, uno de los internos más disciplinados y dedicados que ha tenido en sus talleres, también ha sido una semilla que sembró estando en Itagüí, porque ahora Julián lidera el grupo de artes en el centro de reclusión al que fue trasladado.
El le ha hecho saber cómo el arte lo ha transformado, haciéndolo mejor persona, más tolerante, le ha contado como ya puede controlar o gestionar sus emociones gracias al arte. Incluso le ha dicho que a pesar de las condiciones de reclusión, ha mejorado su relación con su hijo dándole clases de arte cuando lo va a visitar a la cárcel.
Carlos piensa que el conocimiento no sirve de nada si no se comparte, si no ayuda a mejorar la sociedad, por lo que su meta es expandir el proyecto a nivel nacional. La siguiente parada es Pedregal y apunta proponer el programa tanto para mujeres y hombres privados de la libertad. La reciente exposición de Bellavista fue un éxito y reconoce a internos artistas como “Conejo” quien sobresalió por su dedicación y talento en el evento.
Por María Paula Lozano, Artista Plástica.