(O, mejor, déjala que germine)
Dolex, Ibuprofeno, suplementos de calcio, Viagra. Medicamentos embalados en cápsulas con la masa corporal de una psiquis que requieren litros y litros de agua o, en su defecto, un pedacito de pan blandito para que pasen sin taponar la laringe o el esófago. Tomarse la pasta es el síntoma de la enfermedad misma; un recordatorio amargo e incómodo de que el organismo no está funcionando como debería.
Cansada del proceso tedioso que implica tomarse una píldora y convencida de que debían existir formas más amigables de hacerlo, Chan Min Yun, estudiante de diseño de la Universidad de Singapur, decidió crear las píldoras de origami. Desde su empaque y forma, estas pastillitas están pensadas para reducir el estrés que genera ponerse una cápsula en la boca, tomar aire y rezar para que la pepa pase por los conductos adecuados sin quedarse atrancada o llevar a la asfixia.
Haciendo uso del arte del origami, Min Yun creó tres pequeñas estructuras en papel y luego vertió en ellos algunos medicamentos genéricos. Así, un cubo se convirtió en una pastilla de Amoxicilina (antibiótico); una estrella, en una pastilla de Acetaminophen (inhibidor del dolor y la inflamación) y un hexágono, en una pastilla de Paracematol (analgésico). Cuando estas píldoras entran en contacto con el agua, se despliegan (en palabras de Min Yun,“florecen”) y depositan los compuestos químicos que están en su interior. Esto sucede debido al peso que genera el agua sobre los pliegues de las estructuras, las cuales contienen la misma dosis de medicamento que tiene una cápsula común y corriente.
Las píldoras de origami hacen parte del proyecto de diseño “Luxury is feeling blessed in adversity” y son una apuesta que aunque difícilmente sería aceptada por las autoridades médicas, demuestra que incluso el acto más banal y monótono puede convertirse en algo divertido y bello.