Las pasarelas de Nueva York son increíbles, sí. Pero la gracia de esa ciudad emana de sus calles, de su gente, de sus gestos sin planear, amables o agresivos, pero siempre inesperados.
La belleza tosca. La belleza resultante del azar. La belleza que no puede esconder un poco de imperfección. Esa es la belleza de Nueva York; la que proviene de la suma de todos los esfuerzos que compiten por ser el que más resalta y también acepta a los que prefieran pasar desapercibidos.
Durante el Fashion Week encontramos estos rostros tímidos con ideas asombrosas. Mentes talentosas que, con los más pequeños gestos, supieron voltear las miradas hacia ellos.
Son estas personas las que llaman a las pasarelas a instalarse en la Gran Manzana y no al contrario. Son ellos quienes proponen en carne propia la innovación, el riesgo, la ropa que, aun siendo novedosa, demuestra que permite ser usada.
Así llegan estos personajes reales. Vienen de las calles de Nueva York para influir a las ciudades del resto del mundo. Disfrute y atrévase ¡Esto es Nueva York!