Ya la mayoría sabe de que se trata: se baja la aplicación, se llena un perfil con foto o sin foto, ubicación, datos generales…Una vez hecho esto, es posible empezar la búsqueda de personas registradas que están cerca. Hay dos opciones: permanecer en el anonimato o decirle a la otra persona “me gusta”, si se “gustan” mutuamente, pueden comunicarse por medio de un chat; a partir de ese momento es decisión de ellos continuar teniendo citas virtuales que podrían llegar a algo más, o desistir.
Dirían algunos que es un método más fácil, rápido y económico de conseguir pareja: no es necesario aguantarse una cita con una persona que no resultó como lo esperaba, no es indispensable invitar a un café, no es necesario pasar la pena de llamar, o incluso, en términos más contemporáneos, no toca “hacer el oso” agregando a una persona desconocido a un medio tan “íntimo” como facebook. Tal vez por esto, y porque los usan personas alrededor de todo el mundo, la aplicación ha sido un éxito rotundo y ha revolucionado el mundo de las relaciones (no solo de pareja) en línea.
Pero, ¿puede Tinder generar lo mismo que genera un encuentro casual?, ¿puede Tinder hacer sentir ese vacío en el estomago que se siente al conocer a alguien?, ¿puede permitir encuentros inolvidables, conversaciones eternas, expresiones faciales de pena, alegría, emoción? Algunos afirmarán que sí, que no hay nada mejor para construir relaciones, otros dirán que es un simple juego, pero lo cierto es que esta aplicación es un indicativo de cómo las relaciones interpersonales se han transformado por completo: tal vez ahora, para algunos, no es necesaria una expresión real, tal vez para algunos, el emoticón es más que suficiente para conocerse, encontrarse, enamorarse o hacer una amistad.
El contacto físico ha cambiado, las expresiones faciales han cambiado, las emociones se han transformado. Estamos llevando cada faceta de la vida a un nivel meramente virtual, muy al estilo de la película HER; tal vez algún día dejemos de construir relaciones por medio de aparatos, tal vez algún día dejemos de “tindear” para tener relaciones con el aparato mismo.