“Creo que la mayoría de las personas se apasionan con cosas raras en mayor o menor medida. Se trata de pasarlo bien”. Eso dijo Bruce Campbell, un ex ingeniero eléctrico de 64 años de edad que desde el año 1999 se ha empeñado en demostrar que un obra maestra de la ciencia aérea como lo es un avión, no se puede desechar. «Los aviones son obras maestras de la ciencia aeroespacial, y su gracia ingeniería superlativa es inigualable por cualquier otra estructura la gente puede vivir en su interior.»
A raíz de este planteamiento, ideó la forma de reciclarlos, convirtiéndolos en espacio habitables. Campbell adquirió entonces un Boeing 727 y lo ubicó en un bosque de aproximadamente 40.000 metros cuadrados en Oregon. Invirtió alrededor de 200.000 dólares y muchísimas horas de trabajo para convertir esta idea en un hecho real.
Aunque el avión se ve como cualquier otro (con ala y tren de aterrizaje), tiene varias modificaciones: está apoyado sobre algunos pilares y su interior fue transformado significativamente con el fin de poder usar la mayor cantidad de espacio posible (99 metros cuadrados).
Paradójicamente, su vida dentro del avión (seis meses al año) no es para nada extravagante; duerme en un sofá, se lava en una ducha improvisada y se alimenta solo de enlatados y cereales. Planea, sin embargo, mejorarlo poco a poco con detalles como iluminación LED y asientos.
Al parecer, ahora quiere comprar un 747 para trasladarlo a su segundo hogar, donde pasas los otros seis meses del año: Japón. Será un nuevo reto y otros tantos miles de dólares en la transformación de otro espacio que opuesto a un hogar, parece un set de filmación. Salvará sin duda otra obra magna de la ciencia que Campbell asegura no se pueden desperdiciar.
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