06.05.16
São Paulo es un núcleo urbano que, dentro de su encanto, se presenta monstruoso, intimidante y gris. Debido a su extensión como metrópoli, a la cantidad de habitantes y a las condiciones de desigualdad, la brecha demográfica ha crecido rápidamente, hasta el punto de causar un gran impacto en la visual de la ciudad. Esta situación, además de generar una serie de protestas en contra del sistema político que rige al país, también ha impulsado el desarrollo de una práctica artística que ahora invade las fachadas de los edificios paulistanos; una caligrafía específica que no es grafiti, es pixo.
Pichação significa trazo o mancha y es también el nombre del movimiento marginal que nació en la década de los 60 como un medio de expresión de inconformidad y rechazo frente a la dictadura en Brasil. Durante esta época, el pixo era visto como una herramienta política y carecía de un estilo artístico. Esto cambió en los años 80 debido a la influencia del Hard Rock, el Heavy Metal y el Punk Rock. La agresión de esta música y la caligrafía presente en las portadas de los discos de AC/DC, Iron Maiden y Metallica, semejante a las primeras runas anglosajonas, influenciaron el estilo del pixo hasta que éste devino en un carácter grueso, negro, agudo y vertical. Desde ese entonces ha evolucionado hasta convertirse en un lenguaje, repudiado por muchos y entendido por pocos.
Teniendo en cuenta lo anterior, surgen dos cuestiones con respecto a la naturaleza del pixo: ¿cuál es la diferencia entre el pixo y el grafiti tradicional? y ¿es la ilegibilidad de los pixos, una forma de protesta contra el sistema político del país? Esto es importante para entender cuál es el lugar del movimiento paulista hoy en día y qué tan significativa ha sido su evolución como una expresión que critica la desigualdad.
Las intervenciones urbanas se han convertido en un sinónimo de arte, por lo cual se le ha dado un lugar a la pintura libre en ciertos sectores de la ciudad a través de decretos que permiten modificar el espacio público bajo ciertas condiciones. Es por esto que el grafiti ha tomado fuerza como una expresión artística con un fuerte impacto visual. El pixo, por definición, forma parte de una corriente de grafiti denominada tagging, en la que se identifica a un grupo específico de personas por medio de firmas o etiquetas que poseen un estilo propio. Esta expresión desafía y confronta al observador por medio del lenguaje, al tiempo que conquista espacios inalcanzables que, en el caso de la pichação, denotan su carácter ilegal.
Si bien el pixo es una forma de grafiti, la necesidad de distinguir ambos términos es meramente cultural. La pichação es propia de São Paulo y se diferencia del tagging en la medida en que va más allá de la firma y se desglosa en una serie de críticas con relevancia local. Por otro lado, rechaza el uso de las imágenes y los colores brillantes que suelen acompañar los tags. El desarrollo de la caligrafía de los pixos ha llevado a la invención de estilos y lenguaje que en ocasiones sólo son entendidos por las personas familiarizadas con la práctica. Se puede decir entonces que la pichação es una declaración paulista, una subcultura que se alimenta de sus trazos. Solo basta volcarse a canciones como «Pixar é Humano» de Grilo 13, «Pichação» de Banda Alma Nova y «Pixar é Arte» de Total Função Rap, para entender la fuerza que ésta ha tomado como un estilo de vida marginal.
Los pichadores se alimentan de la ilegalidad y la peligrosidad inherentes a intervenir las áreas más altas de los predios comerciales y residenciales. Existen varias categorías para la pichação, que además definen su visibilidad y reconocimiento. Rolê de chão se concentra únicamente en los muros más bajos y por lo mismo constituye un riesgo mínimo para el pichador. Janela de prédio tiene como objetivo las ventanas de los edificios y mide su éxito con base en la altura, entre más alto el pixo, más admirado es aquél que lo ejecutó. Finalmente, Escalada es el modo más mortal, pero por lo mismo, el mas buscado. Éste consiste en escalar un edificio a través de los cables externos, normalmente eléctricos, hasta llegar al techo y allí contorsionarse para pintar la fachada.
La acción, además de riesgosa, es agresiva por sí misma y tiene una relación directa con el crimen por el hecho de modificar el espacio público de manera ilegal. Sin embargo, la agresividad más latente de la pichação reside en la complejidad de sus trazos, que, por demás, resultan ilegibles para muchos. La raíz del movimiento evidencia su intención de ser un medio de expresión en contra del sistema sociopolítico del país, pero en la actualidad no existe claridad con respecto a aquello que los pichadores buscan expresar. La imposibilidad de lectura no permite distinguir entre el pixo como un mensaje de protesta o una firma de alguien que busca dar a conocer su estilo. En este sentido, ésta puede ser un sinónimo de protesta, pero no por el carácter ilegible de la caligrafía que compone el mensaje, sino porque el trazo ya es considerado un reproche y, su presencia alrededor de toda la ciudad, un acto de rebeldía.
Ciertamente, la visual de São Paulo habla por muchos de sus habitantes inconformes, pues la primera impresión al momento de recorrer sus calles y edificios cubiertos de pixos, es que definitivamente algo quiere ser comunicado. La pichação ha evolucionado desde su inicio y se ha tornado en un movimiento más poético, que permanece político, pero ahora forma parte de una subcultura, de un estilo de vida. Los pichadores no comercializan su trabajo precisamente porque la idea es hacerse visibles por medio de la intervención urbana. Los pixos siguen siendo una expresión frente a la desigualdad que prueba su punto al ser tachados de arte marginal concebido en las favelas. Esto solo habla de una exclusión hacia otro tipo de expresiones que se salen de los límites del arte tradicional y que se valen de la agresividad, tanto visual como lingüística, para ser reconocidos. Conozca más: aquí
