La filósofa Judith Butler ha insistido estos últimos años en teorizar sobre la vulnerabilidad humana como pilar de una ética que podemos aplicar a la creación de la obra de arte. En su libro, Dar cuenta de sí mismo, propone pensar en las posibilidades éticas de la subjetividad contemporánea para desentrañar el registro que en ellas dejan las condiciones en las cuales esas subjetividades se definen. Las obras de la artista multidisciplinar Mika Tajima (1975), trabajan, justamente, desde algunas de esas posibilidades psíquicas y físicas de los sujetos, en un mundo regulado por el “tecnocapitalismo”.
Sus obras, que abarcan desde pinturas, textiles, esculturas, instalaciones y performances, reflexionan sobre el desempeño, control y libertad de la experiencia corporal de la vida humana en relación con el espacio arquitectónico, así como el espacio virtual y computacional. En ese sentido, la artista ha realizado performances con personajes como oradores, bailarines, diseñadores, trabajadores de fábricas, músicos y cineastas, para confrontar situaciones determinadas y buscar nuevas posibilidades a través de la autonomía del sujeto. Así mismo, ahonda sobre las relaciones del sujeto y el poder, centrándose en la experiencia corporal y psíquica desde tecnologías contemporáneas que producen un cuerpo condicionado para reaccionar, y una psique vuelta contra sí misma.
En sus primeros trabajos colaboró con artistas como Vito Acconci y Charles Atlas, donde exploraba la performance en relación con el entorno construido, utilizando estudios de grabación, sets de filmación, fábricas industriales, centros de datos y entornos de trabajo de oficina como sitios de producción para indagar sobre cómo el sujeto negociaba espacios y objetos que delineaban su acción corporal. ¿Hay una pregunta por la ética en su trabajo? Por supuesto que sí. En la obra “Los peatones” 2011, un proyecto colaborativo con Charles Atlas, presentó una instalación híbrida donde examinaban el acto de caminar en sus diversas formas sociales y políticas: desde las formaciones de marcha en procesiones y manifestaciones, y el flâneur paseante ocioso, hasta la coreografía del movimiento cotidiano en la danza. El proyecto rastrea la política de este movimiento corporal básico en sus diferentes manifestaciones y estrategias mientras negocia el cambiante paisaje de la modernidad.
En mi práctica, la transmediación entre lo invisible y lo material se convierte en una forma de comprender la agencia de ser incontenible, inalcanzable, indetectable y aún no cognoscible.
Mika Tajima obtuvo una licenciatura en Bellas Artes y Estudios de Asia Oriental de Bryn Mawr College en 1997 y una Maestría en Bellas Artes de la Escuela de Artes de la Universidad de Columbia en 2003. Ese año también fue aprendiz de posgrado en The Fabric Workshop and Museum en Filadelfia. Su obra ha sido exhibida en exposiciones en el Palacio de Tokio, París, Francia; la Undécima Bienal de Gwangju, Corea; y Borusan Contemporary, Estambul, Turquía.
En trabajos como Negative Entropy, una serie que ha desarrollado desde el año 2015, emplean telares textiles industriales de Jacquard (un precursor de la tecnología digital) y los centros de datos informáticos que componen la infraestructura de la nueva economía. Estas obras son a la vez imágenes y registros materiales de su propia creación. Por otro lado, en Meridian (Gold) 2016, hace referencia a los spas de rejuvenecimiento comunitarios, donde creó una zona de asientos que emitía columnas de vapor iluminadas que respondían en tiempo real al sentimiento global por el oro, un indicador del estado de ánimo geopolítico y económico. Otra obra para destacar es Pranayama, 2020, donde la artista perforó con boquillas de chorro de jacuzzi piedras de cuarzo rosado, una piedra natural que retiene las cargas eléctricas. “Las esculturas evocan el imperativo externo de reformar el cuerpo en relación con la práctica espiritual de “abrir” el cuerpo a través de la regulación”.
Si Buttler destacaba a partir de una “ontología de la vulnerabilidad” lo esencial para el planteamiento de cualquier conducta desde la necesidad de aceptar los límites del sujeto; Mika Tajima cuestiona justo esos límites y los desvela en obras donde la tecnología y la recolección de datos juegan un papel esencial, apuntando a las emociones y los sentidos del espectador para subrayar el hecho de que, estamos constantemente controlados. Su trabajo reflexivo y formalmente impecable, se mueve entre lo inmaterial y lo tangible, destacando su interés en lo que permanece en la sombra de la psique como respuesta al control de la libertad “concordante de ser incontenible, inalcanzable, inefable e incognoscible”.