El exceso de perfección nos causa sorpresa. Estas imágenes no tienen ni una mancha. Son tan limpias que parecen fantasía, y hacen que dejemos de saber qué es real y qué no.
Las escenas, muy “americanas”, contienen una mezcla de épocas: muestran personajes victorianos, barrocos, ochenteros, contemporáneos, etc. siempre en un entorno que los saca de contexto.
A cerca de su obra, Julie Blackmon entrega el dicho holandés “A Jan Steen household” que indica un hogar caótico, lleno de niños escandalosos y reuniones familiares bulliciosas. Jan Steen, a propósito, fue un pintor flamenco del siglo XVII que influye las fotografías de Blackmon tanto en estilo, como en temática: sin importar el momento histórico, las imágenes de Steen son también escenas cotidianas con algo de incómodo.
En este caso, la fotografiá está refiriéndose a la pintura, lo cual es irónico, después que la pintura se sintió superada por la fotografía. Entonces, estando claro que no es una competencia entre medios, porqué no preguntarse: ¿Cómo es más complicado representar una fantasía?, ¿con pintura, o con fotografía?
Blackmon fotografía a su extensa familia en situaciones cotidianas que esconden escenas fascinantes. La muestra en un mundo de cuento, en terrenos surreales, intangibles, inhumanos. Estas imágenes, dice, son tanto ficcionales como autobiográficas y van más allá de lo documental para encontrar lo mágico en el día a día, no importa si se trata de algo real o imaginado.
El estrés, el caos y la contradictoria necesidad de escapar y de conectarse con los demás, son los temas que Blackmon investiga para sus fotografías. Según ella, estamos en un punto de oposición entre la obsesión personal y el cuidado a la familia (y como extensión, a la sociedad), que nos tiene en lucha constante con nosotros mismos.
Las expectativas son muy altas y discímiles mientras que la vida real sólo está llena de momentos… uno detrás de otro. Son los instantes que parecen sagrados aquellos que esta fotógrafa busca. El punto fantástico que dura segundos y que crea lo más emocionante de la vida misma: la posibilidad de unir la ficción con la realidad.