El espacio: Un viejo teatro que se quedó a medio camino entre la remodelación y la demolición. Un gigantesco galeón
al que le han quedado a la vista los remiendos. Un espacio cuyas paredes y escaleras descubiertas son signo de otros
tiempos llenos de grandeza. Una casona, al fin de cuentas, sobre la que la naturaleza y la maleza se han abierto paso a la fuerza.
La idea: invitar a tres artistas a que le dieran una nueva voz a esas paredes. Los invitados: Georgina Bringas, una mujer menuda,
una artista enorme, cuya fascinación sobre esos párametros que hemos creado para darle un orden al mundo y
para hacer más comprensible nuestra realidad como lo son los minutos, los centímetros o las dimensiones de área, la han
llevado a ser una de las artistas jóvenes con más potencia y víscera del país manito. Ricardo Rendón, un artista mexicano que tiene
las manos ásperas pues sus inquietudes de vida y artísticas lo han llevado a la exploración de los oficios artesanales, del “que hacer”.
Construcción y deconstrucción, la invención de otros espacios posibles y de otras miradas han sido aquello que ha
regido su cabeza, su mano, sus herramientas y sus obras. Adriana Salazar una artista colombiana que se ha encargaddo
de hacer las más delicadas y a la vez subversivas yuxtaposiciones entre la máquina y la naturaleza, entre la muerte y la vida,
entre la tensión y relajación.
El resultado: Una muestra que más que ser un exposición es un recorrido experiencial.
Exclama se fue de visita a Odeón el miércoles 1 Agosto, un día antes de que la exposición se inaugurara y un día después de que los artistas terminaran el árduo trabajo de una semana para ensamblar sus piezas. Sumergidos entre las obras, logramos que fueran Georgina, Ricardo y Adriana, quienes nos develarán el artificio detrás de sus piezas. Acá la voz de los artistas.
Adriana Salazar
En mi obra quise retomar esas formas naturales que son representativas de Bogotá. Quería ver los modos en que nos relacionamos con la naturaleza en la ciudad. Me ha inquietado durante largo tiempo todas estas cosas que crecen accidentalmente en las esquinas, en cualquier rincón. Cómo la naturaleza se abre camino, se abre paso, fue por eso que escogí este tipo de plantas que se propagan muy facilmente y son una especie de virus natural que se dispersa en cualquier lugar de la ciudad. Lo mismo las palomas, que comparten esa misma característica ya que son un poco virulentas en su forma de poblar. Ambas, tanto plantas como animales en la obra tienen un tratamiento parecido, un proceso que las inmortaliza de cierta manera, que las hace permanecer aún estando muertas.
Los pájaros están taxidermisados. Las plantas están inmortalizadas a través de un proceso nuevo que desarrollamos con una bióloga, que es un combinación de varios químicos que hacen que la planta conserve algunas de sus características de cuando estaba viva, pero pierde otras cosas, como por ejemplo el color.
Este es un proyecto en el que vengo trabajando desde hace un año y empezó en Japón en una residencia artística que hice allá. Surge, realmente, porque en aquel lugar no habia nada con que trabajar. Estaba el bosque y ya, entonces empiezas a mirar las cosas que antes no mirabas. Comencé a mirar con cierto extrañamiento la naturaleza, que es algo que uno viviendo en ciudades como Bogotá, no hace,
desde ahí empezó a evolucionar esto que tiene que ver con la ciudad en donde vivo. Es muy interesante descubrir esa sensación de extrañamiento que produce la naturaleza. Vengo trabajando en esto durante meses y llevo preguntándome el mismo tiempo dónde están las plantas y los árboles y entonces te fijas en las esquinas salen de allí estas malezas, y dices ah! es que ahí donde están.
Georgina Bringas
La verdad al principio teníamos pensado un proyecto que era representar la distancia física entre ciudad de México y Bogotá. Siempre uso las distancias y las unidades de medida en mi trabajo; sin embargo, sentí que era muy arbitrario; decidí entonces ver primero el espacio y lo que hice fue un diseño sobre el lugar, sobre cómo quería que fueran los tránsitos de este material y contabilicé toda la
materia prima que utilicé que son 2.400 metros.
Lo que me interesó al principio fue analizar el espacio, que es para mi lo más simbólico, lo más interesante porque en él hay muchas arquitecturas emplazadas. Mi intención fue entonces materializar y hacer un recorrido con la mirada de la distancia que yo utilizaba. Usé lana acríclica, en México utilizo lo mismo, pero tiene otro nombre, allá se llama estambre.
Yo estudié arte y durante toda la carrera me di cuenta que, constantemente, en mis obras estaba tratando de entender el espacio, esa distancia que hay de aquí a dos kilómetros, la cual puede cobrar la forma de una bolita de hilo, o nuestras percepciones del espacio y el tiempo las cuales pueden cambiar a través de nuestras situaciones. Si estás enfermo el tiempo es diferente, si estas esperando
también lo es y con la distancia pasa lo mismo. Tu puedes ver en una ciudad una distancia de dos kilómetros y casi que no la alcanzas a ver, pero en un campo parece ser algo diferente. Esa relatividad y también esa manera en la que nosotros, como humano tratamos de traducir eso que no entendemos en medidas a partir del cuerpo, el pie, el codo es algo que quiero explorar en mis obras. Empecé
entonces a tratar de buscar la forma en la que pudiera traducir esas medidas de alguna manera, porque siento que todas estas cosas tan abstractas del tiempo y el espacio nostros lo abstraemos en números, lo cual es muy poético; es muy bello ver como a través de materializarlo, de numerarlo, nosotros podemos entender esas nociones.
Ricardo Rendón
Me interesa reflexionar dentro de mi práctica artística sobre el hacer y recapacitar sobre la idea del trabajo y eso es lo que me ha llevado a aproximarme a entornos laborales como la construcción y la albañinería. Lo que tenemos acá es justo eso. Tiene dos parte. Una es la intervención del espacio, trabajar con lo que dispones y con lo que puedo tomar del lugar, de sus condiciones y por otro lado está la
idea del oficio del plomero, del electricista y me gusta entonces retomar esos materiales tan ligados a esos oficios como lo es por ejemplo el cobre que tiene unas condiciones estéticas muy especiales, de energía, brillo, calor, temperatura, que también me sirven a mí para hacer un ejercicio plástico en el lugar.
La pieza se llama Hacia Una Arquitectura De Lo Posible y hace referencia a un libro de Le Corbusier que se llama Arquitectura Posible que estudié. La idea de la iluminación, que es obvia por las condiciones de los materiales, también nace por una inquietud estética por el periodo de la Iluminación, de este momento de la ilustración en las que las piezas de arte funcionaban un poco como un aparato de
conocimiento.
Los materiales que me interesan son estos que vienen de entornos laborales y que me permiten tener momentos de concentración en la ejecución, que me permiten prolongarme a mí mismo ese momento ejecutivo que es el que más disfruto. Mis obras son además una búsqueda por cómo puedo registrar yo en ese material mi ejercicio, a través de acciones que dejen una huella de mi accionar sobre ese
material. Que puede ser desde rayarlo hasta destruirlo.