Si bien el home-office era una tendencia que venía en alza, la coyuntura que desató la pandemia del Coronavirus ha acelerado su crecimiento en todo el mundo. Rápidamente muchas compañías y empresas tuvieron que adaptarse a esta dinámica, algunas de ellas improvisadamente y sin ningún tipo de planeación, y muchas otras con recelo, pues implica cambios sustanciales y obliga a muchos a cambiar radicalmente unas dinámicas que han operado durante décadas en nuestra sociedad, enfrentándose así a un escenario desconocido e incierto. Pero que sin duda se presenta como un panorama fértil y profuso en cuanto a innovación, creación y manifestación de nuevas ideas que a su vez dan forma a una nueva realidad.
El home-office como concepto detona en plena crisis del petróleo en los años 70, cuando el físico Jack Nilles comenzó a idear posibles maneras de optimización de recursos no renovables, bajo la premisa de “llevar el trabajo al trabajador y no al trabajador al trabajo”. Visualizando un escenario que favoreciera tanto a las personas como al planeta. Basándose en la eficiencia y los altos índices de productividad que permiten los recursos tecnológicos y en la capitalización los mismos, y adelantándose a lo que sería la Era Digital –o la Cuarta Revolución Industrial- que hoy en día es una realidad innegable.
Desde entonces esta modalidad de trabajo se ha ido implementando, poco a poco, en los diferentes rincones del mundo; una tendencia que ha venido creciendo en espejo con la industria de la tecnología, innovación y comunicación. Sin embargo, la situación coyuntural que atraviesa el mundo en 2020 ha catalizado y acelerado su crecimiento, sacudiendo y cuestionando un mercado laboral y un modelo económico que han ido perdido fuerza y vigencia con el paso de los años. Que ya no están en sintonía con las necesidades emergentes del mundo actual. Así forzando que haya un replanteamiento en los modelos y paradigmas por años añejados, pero también abonando el terreno para que florezcan nuevas industrias, mercados y modelos sociales. No acabando con lo que ya hay, sino transformando y adaptando. Pero sobre todo proponiendo e innovando, y abriendo el paso a caminos desconocidos que multiplican las posibilidades en todos los campos.
En Suecia, por ejemplo, una vez más se hace evidente cómo históricamente las crisis representan oportunidades. Las crisis reflejan y dejan en evidencia los aspectos que no están funcionando. Que necesitan ser evaluados y mejorados. Es por esto que han evolucionado el concepto de home-office a Hoffice, en aras de crear una estrategia que sea sostenible a largo plazo. Un concepto que se basa en el desarrollo de “oficinas móviles”. Oficinas entendidas desde la tarea y los equipos que se requieren, y no propiamente como un espacio fijo, inmóvil y axiomático como fue durante décadas. Oficinas que son pensadas desde el concepto y la función, y que luego se manifiestan en el espacio, y no al revés. Que por medio de sistemas inteligentes transforman un ambiente según la necesidad, así multiplicando la vida por metro cuadrado de un determinado espacio. Oficinas que se pueden alquilar, instalar, montar y desmontar fácilmente, y que cuya lógica y diseño se fundamentan principalmente en la flexibilidad y la adaptabilidad, respondiendo a una Era que nos exige lo mismo a nosotros como especie.
Son espacios de trabajo modulares y dinámicos que se acomodan con facilidad a los diferentes contextos y necesidades, que a su vez han abierto las puertas a una nueva rama del diseño espacial e industrial, creando un amplio espectro de posibilidades para responder a las dinámicas del mundo moderno. Empresas como Häfele en Alemania han puesto en marcha el desarrollo de herrajes, accesorios y sistemas inteligentes de diseño que permiten modificar y adaptar el mobiliario para crear múltiples ambientes, esto sumado a los beneficios sociales que trae la multidisciplinariedad, la integración y el intercambio, con la comodidad de los hogares, los espacios de co-working, o inclusive un entorno natural. Esto, además, como respuesta a unos defectos que trae el home-office como lo conocemos hoy en día, tales como la falta de socialización y contacto cercano con las personas y el mundo tangible. Es un punto de equilibrio –y un complemento- entre los extremos de lo tangible y lo digital.
Este es un ejemplo de muchos de cómo el mundo está enfrentando los desafíos que surgen todos los días, respondiendo a necesidades emergentes y a un nuevo modelo social y cultural que se está moldeando en torno a unos cambios que son a su vez causa y consecuencia en cada nueva circunstancia. Los gobiernos de Alemania y México, por ejemplo, ya están adelantando leyes para regular el home-office, para proveerle a los trabajadores y las empresas garantías y nuevos derechos. Para instaurarlo de manera oficial en sus países como un mecanismo que, como imaginó alguna vez Jack Nilles, favorezca tanto a las personas como al planeta. Que pueda maximizar los beneficios y las facilidades de la tecnología para frenar unos modelos que eran insostenibles para el individuo, la sociedad, y sobre todo para la naturaleza. Ese es un regalo que deja la crisis del 2020. El concepto de home-office es una realidad y la sociedad está integrando este concepto en sus dinámicas cotidianas. No es una solución circunstancial ni pasajera. Es la aceptación del inicio de un cambio de paradigmas y dinámicas que trae la era millennial.
Por Andrea Serpa Marroquín.