Se trata de «Slow Motion», una narrativa en la que Aldo Bakker materializa la eterna búsqueda del objeto puro y perfecto a través de la experimentación con la materia. La galería estará exhibiendo una colección de 19 esculturas con las que Bakker logra cruzar orgánicamente los límites entre el arte y el diseño, la función y la forma, y lo funcional y lo estético. Para su desarrollo, el artista parte de un proceso introspectivo que culmina en la realización de unas piezas que, según explica, tienen la virtud de representar una versión en «cámara lenta» de las acrobacias: balanceándose entre el movimiento y la quietud. Bajo este concepto, cada pieza adquiere un carácter y apariencia singulares, y a partir de ahí lentamente se van revelando sus formas y significados ambiguos.
Por medio de su arte, Aldo Bakker rompe con el dogma puritano de que «la forma sigue a la función». Su proceso es inverso. Parte de la forma para, desde allí, encontrar sus posibles significados. A través de bocetos y modelos, intenta descifrar la lógica detrás de una forma específica que tiene que ser independiente, libre de ataduras, expectativas y disciplina. Poco a poco, el significado y la posible función de cada forma se van revelando, ya sea que ofrezca un lugar para sentarse o recostarse, un recipiente para beber o verter, o un objeto para observar o acariciar. El artista seduce al espectador para que se tome su tiempo, para que observe cuidadosamente las curvas, los contornos, el peso y los bordes específicos, y para que haya una compenetración con la obra. Al ralentizar ese proceso de «ver», Bakker logra establecer un diálogo entre el objeto y el sujeto. Es precisamente a través de esta interacción que la percepción del espectador puede cambiar, permitiendo que el material, la forma y las funciones en potencia se manifiesten.
Elaboradas en cuarcita, mármol, travertino rojo, ónix verde, pietra basaltina oscura, aluminio, madera, oro, plata, o urushi coloridas –laca japonesa tratada con técnicas milenarias-, cada obra adquiere su propio color, patrón y dirección. La forma se enfatiza y perfecciona especialmente a través del urushi gracias a la riqueza que presenta su superficie arenosa; este material antiguo y la técnica para transformarlo (que implica un delicado proceso de sobreponer capa sobre capa), es una práctica que requiere de mucho tiempo y trabajo, pero también es única en la forma en que conserva los objetos, haciéndolos más fuertes y sólidos, y además concediéndoles un color más vibrante a medida que envejecen. En la exposición, las diez obras en piedra de Bakker contrastan con las piezas de urushi por su fuerza y peso.
«Empiezo con la apreciación de los elementos para crear una forma – un objeto que emerge de la combinación de elementos, se convierte en una entidad, que lentamente demanda y comienza a informar el proceso de creación» – Aldo Bakker
La que será la casa de esta exposición por los próximos meses, la Carpenters Workshop Gallery, produce y exhibe esculturas funcionales de artistas o diseñadores internacionales emergentes y establecidos; pioneros que logran salirse de los territorios tradicionales de expresión. La curaduría de la galería está guiada por la búsqueda de una relevancia emocional, artística e histórica, que rompa los límites entre el arte y el diseño. Dentro de este marco, en la colaboración con Bakker es evidente que su obra encarna la visión de la galería de cruzar las fronteras entre arte y diseño, y función y forma. Además, en un contexto global atípico, la obra se siente más oportuna que nunca, ya que hemos sido obligados a reducir la velocidad, y encontrado una nueva apreciación en el cambio de ritmos, para lograr observar, interiorizar y descubrir como agentes activos.
Fotografías: Cortesía Carpenters Workshop Gallery