Música para el fin del mundo
Reverberaciones. Ecos y estallidos propios de una fábrica siderúrgica, sonidos eléctricos y eclécticos que, parece, hubieran sido dados a luz por la mismísima Matrix. Ritmos para esperar el fin del mundo o para sentarse a leer algún relato cyberpunk en una tarde de domingo tormentoso. Así es la máquina musical soñada, diseñada, construida y tocada por Tristan Shone, un geek que tiene un afiche de Black Sabbath pegado en la pared de su laboratorio.
Shone es un ingeniero de 34 años que diseña complementos personalizados para microscopios electrónicos y es además un hombre orquesta. Su acto musical, sin embargo, no lo realiza con una quena, un bombo y un platillo, sino con una máquina de cables y metales compuesta por cuatro cuerpos que disparan beats electrónicos. Shone y su máquina musical son Author & Punisher, una agrupación musical de doom metal con un sonido tan contundente y oscuro que podría hacer que Nine Inch Nails sonara como una banda de tropical pop.
La máquina de Shone está compuesta por cuatro aparatos que él llama dub machines: en un lado está Rack & Pinion (piñón y cremallera), una especie de sintetizador con seis teclas que, al ser presionadas y deslizadas por unos tubos, producen ciertos sonidos. Encima hay otro gadget llamado los Big Knobs (perillas grandes), el cual distorsiona y acentúa los sonidos producidos por Rack & Pinion. Después está un aparato llamado Rails, un joystick con botones ensamblado a una suerte de brazo mecánico que al ser movido hacia delante y hacia atrás a la vez que se los botones del joystick son oprimidos, genera diferentes sonidos de percusiones. Por último está el Headgear (sombrero), el cual contiene ocho micrófonos que distorsionan la voz al punto en que parece que quien cantara no fuera alguien humano, sino Megatron. Estos cuatro gadgets sonoros son conectados y potenciados por Arduino, una plataforma de hardware libre basada en un microcontrolador que es algo así como el santo grial para todos los que trabajan con proyectos multidisciplinarios y multimedia.
Loops, ritmos, cacofonías y estruendos suculentos. El caos puesto en un cierto orden y la labor de auto-enseñarse a tocar un instrumento que no tiene antepasados han hecho del acto musical y de ingeniería de Tristan Shone uno que ha sido catalogado por muchos de avant-garde, ulterior e incluso de ciencia ficción.