Richard Avedon es, sin duda, uno de los fotógrafos más influyentes del siglo XX. Sus ya clásicos retratos blanco y negro y sus fotografías a color, no cesan de sorprender a quien los admira por primera vez y de cautivar a aquellos para quienes ya son clásicos; dos razones por las cuales resulta más que prudente recordar a este talentoso norteamericano, en vísperas de la celebración de los diez años de su muerte (1 de octubre).
Nacido en Nueva York en 1923, Avedon se encontró con la fotografía por primera vez siendo aún muy joven, durante sus años como marinero, experiencia que capturó con una cámara que le regaló su padre antes de partir. Pero no sería sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial, y gracias a su trabajo como fotógrafo de moda y retratista de la Harper’s Bazaar, que empezaría a hacerse un nombre en el mundo de las cámaras.
Durante su estadía en la revista, de la que se convertiría en director de fotografía, Avedon se dedicó a la fotografía de moda y al retrato artístico. Sus obras hacían contrapeso al falso concepto de que la fotografía de moda y la modelo eran espacios y sujetos vacíos, sin ningún tipo de emoción. En sus fotografías era posible apreciar personajes energéticos y soñadores, poseedores de un mundo interior intenso y profundo.
En Bazaar, Avedon tuvo la oportunidad de retratar a personajes de la talla de Simone D’Aillencourt, Dovima (Dorothy Virginia Margaret Juba) y Dorian Leigh. Desde el principio, y como dejó claro en reiteradas ocasiones, su objetivo no era transmitir belleza: «no puedo pensar en mi mismo como un proveedor de belleza al mundo». Después de estar un poco mas de diez años en Bazaar, Avedon empezó a trabajar en la revista de moda Vogue US.
A pesar de haber encaminado su obra hacía lides más estéticas que informativas también presentó un marcado interés por el reportaje, como es posible apreciar en uno de sus más famosos trabajos: In the American West. Fechado en 1979, este libro en el que invirtió casi 5 años de su vida, está compuesto por una serie de retratos de personajes del oeste norteamericano.
En cada una de las obras de Avedon es posible detectar una intensa energía, proveniente de la lucha entre la aparente tranquilidad de la pose y la tormenta que reside al interior de cada uno de los personajes retratados; una pugna que es captada, de manera intima y cercana, por el lente del fotógrafo. Sus fotografías son misteriosas en la medida en que resulta imposible definir su temporalidad con exactitud. Al final es como el mismo decía: «La fotografía es un performance, no hay nada escrito, nada es exacto. Todo puede suceder ya que en nadie hay una verdad absoluta.»!
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