Felice Varini hace que el dibujo exista en el mundo real. Junta la bidimensionalidad con el 3D, sin que ninguno deje de ser lo que es. Estas imágenes parecen irreales, pues no existen en la naturaleza sino que sólo en la mente, pero en este caso sí son verídicas.
Si bien la geometría y las matemáticas le dan forma a las cosas que percibimos, ellas en sí mismas no existen: existen tres huevos, pero no existe el número tres. El trabajo de Varini no es engañoso sino sorprendente: no trata de crear realismo o ilusionismo, sino que nos asombra con lo raras que se ven formas cotidianas como un círculo o un cuadrado cuando son incrustadas físicamente en el mundo real, como nunca las habíamos visto.
El trabajo de este suizo pone a los estrictos en una encrucijada para determinar si lo que hace es pintura, dibujo, o arquitectura. Se podría decir que este trabajo es pintura por los materiales con los que Varini trabaja, que es dibujo porque crea trazos, y que es también arquitectura por su método de producción basado en la abstracción matemática del espacio.
Incluso el mismo Varini evita clasificarse: no dice en qué rama de la estética hizo sus estudios, y no quiere que se le encasille como arquitecto o como artista. Quiere que lo que se conozca de él sean sus obras que, por lo demás, tampoco se quieren mostrar muy complejas. Ellas son figuras, así de simple. Con nombres como “Cinco círculos concéntricos”, “Trapecio con dos diagonales”, “Tres triángulos azules”, claramente no pretenden hablar de más.
Esto se trata de anamorfosis, una exploración de la imagen que viene de siglos atrás y cuya concepción está estrechamente relacionada con el conocimiento matemático. La idea es establecer un punto de vista clave a partir del cual se creará la figura, y fuera del cual, esa misma figura se deforma y pierde sentido.
Varini interviene un espacio arquitectónico para crear sus dibujos espaciales. Cada figura está pensada desde y para el lugar en que se encuentra. Además, se concibe desde el propio cuerpo del artista: el metro con 62 centímetros de altura de Felice determina cuál es ese punto preciso.
Las zonas de acción de Felice Varini son tanto espacios abiertos como espacios cerrados y en cada uno de estos el observador se involucra de manera diferente: en el espacio cerrado está a la expectativa de algo, busca la imagen que sabe que existe alrededor del salón.
En el espacio abierto, el observador es un peatón más. Puede que se encuentre accidentalmente con la figura, que la conozca de antemano e inicie la búsqueda, que no repare en lo absoluto en la intervención, o que se incomode por los fragmentos de pintura sin sentido que se esparcen por todas partes.
Sus dibujos no siempre se despliegan de la misma manera. En algunos casos la figura se descubre en otro dispositivo como un espejo y en otros la figura cubre espacios inmensos. Algunos de sus trabajos aluden al infinito mientras que otros pretenden una figura plana.
Uno podría pensar que está alucinando al encontrarse con estas figuras. Pero el proceso de Felice Varini tiene mucho de real y de pensado, y más bien poco de psicodelico.!
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