Por: Juan Ricardo Rincón
Los Ángeles es definitivamente un ciudad rara (por no decir más). Tiene andenes como los tiene Kabul, su metro tiene la cobertura de Bogotá y el tráfico, por momentos, se asemeja al de Nueva Dehli. Está llena de actores, bailarines y cantantes que buscan conquistar Hollywood; sí usted no es parte de la industria del entretenimiento, olvídese, esta ciudad no es para usted. Igual, si planea explorarla, esté alerta pues puede terminar por Cypress Park rodeado de pandilleros de la M18. ¡Tenga cuidado! O puede terminar incluso, en Beverly Hills en pleno Rodeo Drive acorralado por gente que carga al perro en la cartera.
No sobra entonces preguntarse: ¿para qué Los Ángeles sí en Barcelona todo es tan lindo, en Nueva York pasa de todo y Berlín es tan cool? Porque sí. Por su centro cercado entre las autopistas 110 y 101, en donde el tiempo parece ir a un ritmo distinto. Entonces vamos todos a Los Ángeles; vamos todos al downtown L.A a ver qué es eso que están haciendo que parece estar mandando el curso del debate arquitectónico, y ¿por qué no? el del mundo creativo en si.
Vivimos en lo que parece ser un buen momento para la arquitectura, aunque seguimos lejos de que esta sea una prioridad. Aún así, hay más conciencia de los impactos positivos que los buenos proyectos arquitectónicos tienen en las ciudades. Este ha sido por ejemplo, el regalo del Museo Guggenheim (en Bilbao) para el mundo. No obstante, tan prolífero y emocionante como está el panorama arquitectónico, los proyectos parecen estar repitiéndose; independiente a que sean para Moscú o Medellín. Y no es que esto esté del todo mal, ya que es mucho peor estar atrapado en la nostalgia académica de que la arquitectura debe pertenecer al lugar en el que se implanta. La homogeneidad tiende a ser aburrida y muchas veces decepcionante.
El centro de los Ángeles se ausenta de esta discusión, al estar ocupado gestando una especie de festival punk de la arquitectura. Acá se entiende esta a través de la tecnología, los nuevos métodos de fabricación digital y el sentido experimental de la forma. Basta con ir en la autopista US 101, atravesar el centro, y toparse con un gran cuerpo de acero que se parece a todo y a nada; tiene la escala de un edificio, pero el lenguaje de una escultura, y aunque parece estar implantado como una torre de comunicaciones, es un colegio para artes visuales; el Coop Himmelblau.
Si avanza un poco más y gira a la derecha en N.Grand Avenue, se estrellará con otra caja metálica de curvas “caóticas” que parecen derretirse. Pero no se preocupe que todo está bien, pues es el Walt Disney Concert Hall de Frank Gehry. Ahora, sí decide girar a la derecha, a tan sólo 200 metros verá otro gran bloque metálico de doble piel, que evidencia, además de la elegancia de aquel que sabe diseñar para construir, todo lo que nos emociona de los edificios que hacen de sus propias vísceras, elementos del diseño; el Caltrans District 7 Headquarters del arquitecto Thom Mayne, cabeza del grupo Morphosis.
No deja de ser curioso ver proyectos tan cerca, diseñados por pesos tan pesados de la arquitectura mundial y que no sean el producto de alguna villa olímpica próxima a quedar en el olvido. Como es todavía más curioso que estén ubicados en un sector que hasta hace pocos años era una espacie de drive through urbano. Un lugar de crimen, prostitución y expendios de droga, al cual se iba con el único propósito de salir de ahí cuanto antes.
Esta es la historia del downtown L.A:
En los años veinte cuando primaban los teatros y el comercio (la mayoría localizados en potentes edificios de estilo art deco), el downtown vivía sus años de gloria. Luego, en los años cincuenta, el skid row (sector de expendio de drogas y refugio de pandillas que imperaba en la zona) imperó la zona. El surgimiento de los centros comerciales y la expansión de la ciudad hacia el oeste, hizo que los angelinos perdierann interés por el centro de la ciudad que aún mantiene un poco de esta herencia, la cual paradójicamente, le aporta a su encanto. Sin embargo, hoy por hoy, el proceso de gentrificación que está viviendo el centro de Los Ángeles, ha hecho de esta zona uno de los puntos más interesantes para el mundo creativo. Desde Little Tokyo, hasta el distrito de las artes, el centro de L.A se pobla cada vez más de tiendas de diseñadores independientes, talleres de artistas, espacios de exhibición y restaurantes nuevos. La energía creativa por la que está pasando esta ciudad, se asemeja al ya sobrevalorado Brooklyn de hace unos años, con el atenuante de que además, se hace arquitectura realmente interesante.
Una de las razones primordiales que le da peso arquitectónico a L.A y reactiva su downtow, es el SCI-Arc (Instituto de Arquitectos del sur de California). Fundado en los años 70 por un grupo de estudiantes y la facultad de arquitectura de California State, la SCI-Arc se ha planteado como una plataforma para ideas y discusiones tendidas hacia el lado experimental de la arquitectura. Luego de superar algunas crisis tanto académicas como financieras, se estableció en el centro de los Ángeles en una antigua nave industrial desde la cual se está enviando un mensaje fuerte a la comunidad académica: “¡En SCI-Arc se está produciendo el futuro!”. Y no sólo por su reconocido laboratorio robótico (uno de los más prestigiosos en el mundo académico), ni por la “Magic Box” (el nuevo centro de diseño computacional), también por su actitud frente a la arquitectura misma, por su postura radicalmente experimental e independiente.
Es obvio que una escuela que esté al mando de personajes como Eric Owen Moss (director), Hernán Diaz-Alonso (director post-grado), tenga más que decir que las facultades tradicionales de arquitectura. Así, el tiempo parece ir más rápido en un lugar que opera bajo sus propias reglas, tal como parece haberlo hecho L.A durante años. El mensaje del mundo creativo, sigue (al menos por un tiempo) controlando ciudades como Nueva York o Londres, aunque hace un buen tiempo, no se produce en estás. Se está produciendo en lugares menos institucionalizados, emergentes, donde la actitud general está más próxima a la experimentación creativa, que a la gestión corporativa; lugares como el centro de Los Ángeles. De esta manera, no es sorpresa, que SCI-Arc esté localizada justo en el distrito de las artes, un sector estructurado por medio de tiendas, galerías y restaurantes de primera línea. Porque además del diseño, el centro de L.A es el nuevo destino gastronómico de los estados unidos.
Los Ángeles, ese elefante blanco que lleva toda la vida haciendo ruido, ese, el que nunca hemos tomado muy en serio, está más que listo para ser oído. Y esa, hasta hace poco, “tierra de nadie” que era el centro histórico de la ciudad, se está planteando como una plataforma de gente nueva y creativa que decidió hacer las cosas a su antojo; usando todas las virtudes de un territorio “desinstitucionalizado”, con todas las ventajas del establecimiento mismo. Por esto, no es sorpresa ver como los estudios de efectos especiales, colaboran con los arquitectos, los arquitectos con los artistas y los artistas con todos los entusiastas del diseño y la música. Existen varias razones para ir y mirar qué esta pasando en ese “barrio” llamado downtown L.A. Y este, es sin duda un momento interesante para hacerlo. Igual, en el peor de los casos, la playa está a 30 minutos.!
Imágenes del Caltrans District por: Roland Halbe
Links de interés: Calatrans District/Walt Disney Concert Hall/Coop Himmelblau/SCI-Arc
Este artículo fue publicado en nuestra edición impresa N. 24. Algunos de nuestros contenidos aún son exclusivos del papel. Para disfrutar de ellos, te invitamos a suscribirte AQUÍ.