En noviembre del año pasado Daniel Buren visitó por primera vez a Bogotá en un viaje de campo, con el objetivo de conocer el edificio diseñado por Rogelio Salmona que alberga, desde su construcción en 1979, el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Las conversaciones con la actual directora del MAMBO Claudia Hakim continuaron, sin embargo, durante los ocho meses previos al montaje “Del medio círculo al círculo completo”, en el cual Buren, de 79 años, trabajó ininterrumpidamente por tres semanas en la capital colombiana.
Buren prueba la idea de instalar arcos de medio punto por primera vez en el país, en un esfuerzo por conectar el controversial parque Bicentenario y la nueva puerta de ingreso al MAMBO. A diferencia de otros artistas, a quienes inquieta la historia y el contexto social del espacio que ocupan, el artista francés deja que la arquitectura del espacio público y la localización de su obra sean las variables que condicionan su intervención en el medio urbano. De tal manera, sus arcos juegan con las variaciones lumínicas de Bogotá, con su caprichosa proyección de color y sombra sobre el asfalto.
En una corta interlocución con el artista, Buren admite haber visitado pocos monumentos o sitios históricos en la ciudad, por lo que considera que -aparte de la belleza de las piezas de oro que encontró en el museo con el mismo nombre- su impresión de la capital colombiana resulta de una breve estadía. Para este artista, que en su juventud quedó altamente impactado con el muralismo luego de un viaje a México en el cual conoce a Siqueiros, este hecho no obstruye la ejecución de su instalación in situ; pues, comenta, la precisión en la intervención en el paisaje automáticamente genera una conexión con aquello que rodea a la obra. Inmediatamente ocasiona empatía con el público, o no.
De ahí que Buren reconozca en la onda que originan sus arcos una semejanza con la modulación que proyecta la silueta de los cerros orientales. Y la incorpora en su exposición incrustando los arcos de acero alineados en dominó, de cuyo recorrido es necesario desviarse para llegar hasta la sala Marta Traba, en la cual unos aros suspendidos del techo completan el recorrido desde el exterior, hasta el interior del MAMBO.
El aglutinante de su exposición, además de su trabajo anterior, es la franja vertical de vinilo blanco presente en los semicírculos del exterior, al igual que en los círculos del interior del museo. La cual sigue un estricto criterio visual, que el artista ha empleado desde 1965 en múltiples proyectos como en los jardines de Sacre-Coeur en Casablanca, o, en las líneas de las velas distorsionadas en el reflejo del lago Grasmere. Buren admite que el ancho de esas franjas equivalente a 8,7 cm corresponde al tamaño universal al que se reduce una transacción en el mundo capitalista: la proporción de una tarjeta de crédito idéntica en cualquier parte del globo, según cuenta. Aunque no descarta otras interpretaciones poéticas de esta medida, como la que cita de uno de los obreros involucrados en el montaje de su obra, que alude a la distancia entre las pupilas humanas.
A la pregunta acerca de una ciudad en la cual le gustaría realizar una intervención en el futuro, extrañamente reconoce que no se le ocurre ninguna. Considera sus proyectos solamente una vez le han sido comisionados.
Con la selección de las piezas de la Bienal de São Paulo, en exposición hasta septiembre, así como la más reciente instalación de Buren la acción de Hakim vuelve a poner en escena a la capital colombiana como un emblema de la promoción del arte en la región.