“In the end, I’m not interested in that which I fully understand…
Truths rise up without warning, like the humps of a sea monster and then disappear.”
-Nick Cave (20,000 Days on Earth)-
Daniel Nyström encontró en las tradiciones artesanales de Colombia una riqueza inesperada para incorporar a su práctica. Desafiante, generoso, divertido y consciente, tuvimos una conversación virtual sobre su proceso creativo, sobre el asombro, el ritmo, los límites y la magia.
Creció en Külgav, un pueblo rural en la costa oeste de Suecia, cerca de Gotemburgo. Su niñez transcurrió entre el bosque espeso y el mar. Al terminar el liceo, estudió arte en la Universidad de Arte VAS Private School, en Skåne; economía en la Escuela de Economía de Komvux; y después de algunos años, diseño y oficios en la Escuela de Nääs Castle. Este tránsito es quizás la formalización de su curiosidad y de lo que sería una obra multidisciplinaria y en constante transformación.
¿Cómo llegaste a este lugar donde la creación se desplaza libremente a través de distintas prácticas? ¿Fue un descubrimiento o una progresión casi obvia de tus intereses? ¿Cómo fueron esos encuentros?
En Külgav desarrollé mi creatividad construyendo cosas desde muy pequeño: carros, arcos y flechas, pequeñas casas en el bosque. Era muy divertido crecer allí, amaba ese lugar. Mi madre, que es artista, siempre ha sido una mujer muy creativa; me animaba a hacer las cosas con mis manos, a desarrollar una memoria táctil. Mi padre era galerista, así que siempre íbamos a exposiciones, subastas; la casa siempre estaba llena de artistas, amigos y coleccionistas. Pero en ese entonces esas experiencias me parecían poco estimulantes. La verdad es que lo odiaba.
Y sin embargo, parece que no podías escapar a una vida alrededor del arte.
¡Sí! Era inevitable, aunque en ese momento no comprendía el peso que tendría todo esto. Cuando era adolescente tuve una revelación divertida. Ocurrió mientras mi profesor de artes pasaba el proyector con diapositivas de obras de artistas modernos y contemporáneos. Estaba aburrido, como en todas las clases. Pero a medida que pasaban, me dí cuenta que las reconocía todas, que sabía quiénes eran sus autores. Él estaba desconcertado, pero me dijo: “¿Sabes qué Daniel?, tú vas a ser artista”. En ese momento pareció una sentencia sin importancia, pero a partir de ese momento empecé a pensarlo seriamente y cuando llegó el momento no fue difícil tomar la decisión de estudiar artes. Bueno, hasta que salí de la facultad, pues después de estar en algunas exhibiciones y enfrentarme a las dificultades financieras que los artistas emergentes tienen que sortear, decidí no volver a hacer arte. Era cosas por las que no quería pasar, así que empecé a estudiar Economía, y al terminar creamos con un amigo una compañía de proyectos de diseño. Luego de ver unas rocas esféricas de hielo magníficas en uno de los viajes al interior del país (¿sabes?, las montañas en Suecia continúan cubiertas por una capa gruesa de hielo desde hace alrededor de 15.000 años, la última glaciación. Cada tanto, trozos de esa capa se desprenden y se deslizan cuesta abajo por las montañas creando estas esferas rodantes), tuve la idea para nuestra primera creación en piedra. La recepción fue tan buena, que seguimos adelante creando objetos y en cinco años teníamos una fábrica importante en la que trabajaban diez personas y que vendía objetos a quinientas empresas en Europa.
Todo cambió cuando mi padre murió. Me prometí a mi mismo: “la vida es muy corta para no hacer lo que debes y lo que quieres”. Es preciso aclarar tu mente y dirigir tu atención hacia las metas que quieres alcanzar. En Suecia, el estado se encarga de cuidar a su población; no tenemos que pensar en la posibilidad de morir por no tener el dinero suficiente para sobrevivir y esto te permite tener la posibilidad de decidir cuál es lugar donde quieres estar. Entonces vendí mi parte de la empresa y me inscribí en la escuela de diseño y oficios. Allí la educación estaba fundamentalmente orientada a los oficios tradicionales, a la manera como se hacían antes las cosas (“in the old way”). Poco tiempo después de concluir mi formación, conocí a una pareja que dirigía una oficina de arquitectura y diseño de interiores. Vieron mi trabajo, me preguntaron si quería trabajar con ellos, y aunque al principio no acepté, después del tercer intento tomé la oferta. Me enseñaron todo lo que debía saber con una generosidad increíble. Luego de tres años, fundé mi primera oficina de arquitectura y diseño de mobiliario en Estocolmo. Así fue como terminé en todos esos mundos. Sobre la arquitectura, creo que no haber tenido una educación formal me trajo grandes beneficios; fui libre de conectar la práctica con mi background en artes, de sentirme libre y pensar por fuera de los límites.
Soy consciente de que hay categorías: el arte es una cosa, la arquitectura otra, el diseño de interiores una distinta y la moda otra más. Pero para mí, el espacio de la creatividad es uno solo. Uno que se manifiesta a través de distintas estructuras. Pero esto puede ser confuso para otros. Las personas que compran mis obras se preguntan: “¿Qué es lo que estoy comprando?, ¿es esto una pieza para usar o para exhibir?”. Incluso las tiendas de diseño me sugieren que convierta mis sombreros es una marca. Y les respondo que no estoy allí, que me encuentro en otro lugar. Cada pieza que hago es única y es una obra de arte. Puedes adquirir uno de mis sombreros y si no te queda, puedes colgarlo como una pieza de exhibición.
Usas fieltro, lana, hierro, madera, fique, cobre, barro, seda. ¿Cómo es esta relación con los materiales?
Me interesan mucho los materiales, las texturas de la madera, las superficies del concreto, la transformación a través del fuego. Y me gusta trabajar con el contraste; los elementos que siendo muy calientes, se mueven hacia otros muy frágiles. El contraste es también interesante cuando puedo hacer que materiales distintos se vean similares. Desde la transformación, llega la similitud. Me interesan los colores, la simulación, el desconcierto. No existe un solo negro, siempre hay múltiples, entonces tengo que elegir el color preciso, la textura correcta; son muchas variables que tienes que considerar para dar la impresión adecuada al material.
Cada uno proveniente de un lugar distinto, además. Hablemos sobre los viajes, los recorridos, las tradiciones artesanales que encontraste en Colombia -un país al que llegaste por primera vez en 2002 y en el cual vives desde hace cuatro años- y cómo las has incorporado en tu obra.
Viajar es importante para comprender y cuestionar tu realidad, reconocer que somos humanos que hemos tenido una formación distinta de acuerdo al lugar donde crecemos. Reconocer esa diferencia con los otros en nosotros. Mi primera visita a Colombia fue en el 2002. Mi novia, Julia, es colombiana, así que esta era también la primera vez que integraba esa parte de ella en mí, en el mejor sentido posible. Fue una experiencia importante y hermosa. El país es magnífico. Viajamos por sabanas, páramos, valles, la costa caribe, y siempre que nos desplazábamos hacia distintas alturas, todo el paisaje cambiaba. Estaba muy feliz de poder recorrerlo. En ese primer momento también fuimos a Villa de Leyva y allí descubrí este tipo de lana con la que todavía trabajo. Estos cuatro años han sido un tesoro. Durante este tiempo he estado haciendo una investigación con comunidades de artesanos sobre sus métodos de trabajo y los materiales que utilizan: fique, caña, lana, barro, fieltro. Pero soy consciente de que hasta ahora solo he arañado la superficie, ¡son muchísimos! Así que continuaré la búsqueda.
¿Cómo te acercas a estas comunidades y a su labor?
Soy definitivamente un observador. Mi manera de aprender y comprender es observando a las personas. Mi memoria está de alguna manera conectada con mis manos, y mis manos aprenden rápidamente. Mi abuela me enseñó a tejer cuando tenía siete años y después de mucha práctica desarrollé mis propios métodos. No estoy interesado en copiar las cosas que los artesanos hacen. Me interesa comprender la forma como las hacen.
Hay algo en lo que me gustaría detenerme; en la ruptura y la destrucción. Esa modificación estructural de los materiales a través del calor, el prensado y la perforación; esa transformación irreversible.
Creo que siempre me ha gustado destruir cosas, separar los componentes de los artefactos y así saber cómo fueron hechos. No puedes tener miedo de perder el objeto. Cuando uso fuego, trato de obtener distintas texturas y patrones de los materiales. Y si en el proceso el objeto se destruye, se convertirá en algo más. Y también podrá usarse o exhibirse. Destruir me conecta con el objeto. Muchas veces lo reparo de una manera que me guste. En los sombreros no hay destrucción en la perforación, lo que ves es la creación de patrones, la intención de dejar entrar la luz y permitirle a quien lo lleve puesto ver el cielo, las estrellas. Ocurre algo similar con mis piezas tejidas: las intervengo, las someto al fuego, las atravieso para crear tensión.
Tejer es un ejercicio continuo que se vincula con el ritmo y el tiempo. ¿Qué es el tiempo para ti? Y si consideramos el ritmo, pensemos también en la música.
Cuando estoy trabajando, siento que entro en un estado de meditación. Tejer es como meditar: parto de una idea, intento transformar esa idea con mis manos; y me conecto conmigo mismo para hacerlo. Creo que siempre que estoy trabajando entro en un estado meditativo. Pero no creo en el concepto del tiempo; el tiempo no existe. Para mí, la medida del tiempo es la extensión de la obra. “Ok, he estado tejiendo por 2 metros cuadrados” Ese es mi tiempo, lo que queda hecho, pues de otra manera siento que desaparece. Y ya que preguntas, el ritmo siempre está presente en la obra y por supuesto, también la música. Amo la música. Puedo escuchar ópera, heavy metal, punk, gothic rock, todo durante el mismo día, alternando géneros de acuerdo a mi estado de ánimo y al trabajo que esté haciendo.
¿Por qué es tan importante para ti plantear preguntas en tus obras? Considerar la incertidumbre del proceso.
Mis piezas contienen preguntas, pero no solo para los visitantes, también son para mí. Estoy convencido de que en la vida hacer preguntas es más interesante que tener respuestas. Por ejemplo, sobre las ideas: “¿Cuánto tiempo debe rondar una buena idea antes de poder adoptarla?” Quizás estamos llenos de ellas, pero escoger una que sirva al propósito de un momento determinado es más complicado. Cuando estoy en proceso de realizar un proyecto, a veces todo parece encontrar su lugar, el cerebro trabaja a gran velocidad y en una hora puedo tener el concepto listo. Es algo cercano a la perfección. Pero en otros momentos, este proceso puede tomar dieciséis horas. Con el arte es probable que las mejores pinturas que hagas no sean las que te tomaron más tiempo. Edvard Munch dijo: “Solo me tomó una hora hacer este retrato, pero una vida aprender a hacerlo”. Así que creo que mientras más conectado estés con tu creatividad, más sencillo será entrar a esta tormenta de pensamiento y elegir lo que necesitas.
En tu obra el cuerpo no sólo es vehículo de la acción, también es dispositivo de exhibición. ¿Cómo es ese cuerpo que se mueve, que se expone y oculta? ¿Esa acción performática en las redes sociales?
He estado usando Instagram como plataforma, sobre todo después de que inició la cuarentena. Y en ella uso mi cuerpo como herramienta: soy un hombre sueco, blanco, alto, rubio, estoy en una edad relacionada con la detención del poder y tengo un cuerpo que podría considerarse atractivo para ciertos estándares. Creo que entro en esa categoría de cuerpos de poder. Por supuesto entender que estaba conectado con el privilegio me tomó tiempo: “siempre es fácil pelear por tus derechos, cuando sabes que nada pasará”, dice una de mis pinturas. Es muy difícil para las personas identificar cuán privilegiadas son, pero fue bastante obvio reconocerlo cuando llegué a Colombia. Con mi esposa, que es investigadora con orientación en género, solíamos sostener conversaciones al respecto, y ahora me pregunto: “¿Cómo podía tener argumentos tan estúpidos cuando discutía con ella sobre nuestras diferencias culturales?”. Todavía tengo mucho por aprender, pero diría que cuando me expongo en mis fotos, siempre estoy consciente de mi posición y pensando en la representación.
Ahora, una cosa es aceptar mi cuerpo y otra es aceptar las imposiciones sobre él. Cuando me visto uso faldas, tacones, esmaltes; no lo hago como lo haría una mujer, pero sí tomo códigos de vestimenta que se consideran femeninos. Por supuesto que respeto ciertas normas establecidas por la comunidad, pero también tengo que poner las reglas en relación con mi cuerpo. Y entiendo que esto puede ser complicado para los demás. Tengo una historia buenísima: Estábamos en la fiesta de inauguración de la Bogotá Fashion Week del 2018, creo. Me fuí vestido de fucsia, con plataformas de madera 2.0 -se llamaban así porque porque con ellas medía exactamente dos metros- La fiesta era en el centro, fuimos caminando a Madre, el restaurante, que estaba cerca. Y mientras caminábamos, nos cruzábamos con mucha gente. Debiste verlo, se reían sin parar, era como si esto fuera lo más ridículo que pudiera ocurrirles. Era fantástico. Todo lo contrario a la fiesta previa, donde todos me rodeaban y decían que mi estilo era maravilloso. Y cuando salí a la calle, todos pensaron que era un payaso. Me encantó esto, porque todos tienen que permitirse ser sus propios observadores. Para mí fue una especie de alivio verlos reírse de mí, reconocer que estaban en lo cierto. Es importante entrar en el mundo de los otros, ver sus reacciones y responder con alegría. Así creas una gran conexión.
Hablemos sobre la geometría, la magia.
Las formas geométricas han sido usadas siempre, y están conectadas con la magia. Estamos muy lejos de comprender quiénes somos, perdidos en cuanto a cuánto conocimiento tenemos realmente. ¿Cuál es la frontera de la magia? Es una cuestión interesante. Algunos límites físicos son sencillos de aceptar, pero muchas de las cosas que pasan en la vida son crípticas o están veladas para nosotros. Como artista piensas en direcciones distintas. Y quieres decirles a todos que estamos juntos en este camino. Que nos habitan varios, que es tiempo de despertar. Donde crecí, el mundo era un lugar lleno de criaturas fantásticas, pero el mundo siempre ha sido un lugar místico, aún cuando ahora intentamos explicar todo desde la ciencia y la tecnología. La magia está muy presente en la vida, incluso si no eres un creyente. Y eso hace el mundo más interesante.
Qué bueno terminar esta entrevista hablando de magia. Cerremos con tu proyecto colaborativo, tu jardín: Casa Ainjaa.
@casa.aainjaa es mi “jardín secreto”. Junto a Nicolás Rivero, uno de mis grandes amigos aquí, creamos este espacio donde curamos objetos de diseño y exhibimos nuestras piezas. Es un lugar muy especial que abrimos justo antes de que empezara la pandemia. Ahora nuevamente está en movimiento y pronto volveremos a tener encuentros en él. Ya les contaré.
Todo queda por escribir, como siempre.
Nos despedimos y Daniel continúa tejiendo una pieza de grandes dimensiones que será el centro de su próxima exhibición en Mayo de 2021, en la Galería La Cometa de Madrid.
Instagram: @danielnystrom
23.04.21
Por Ana Cárdenas Jaramillo