Basel College of Art and Design por Baur, Baur, Bräuning, Dürig, 1961. Basel, Suiza. Cortesía Phaidon Press
En 1953, los arquitectos británicos Alison y Peter Smithson se apropiaron del término New Brutalism para describir construcciones que ponían en valor los materiales de construcción y los elementos estructurales. El concepto se difundió más ampliamente cuando el crítico de arquitectura británico Reyner Banham lo utilizó en su ensayo de 1966, El Nuevo Brutalismo: ¿Ética o estética? Sin embargo, en el Brutalismo existen dos orientaciones arquitectónicas que con frecuencia se usan indistintamente como equivalentes -y así lo haremos aquí-; el de los Smithson y los círculos ingleses está más cercano a la reforma teórica del Congreso Internacional de Arquitectura Moderna y al Nybrutalismo del arquitecto sueco Hans Asplund, quien lo utilizó para describir Villa Göth; el otro remite a una conexión con la frase francesa «béton brut» (concreto crudo) y al Art Brut, una orientación más sofisticada y extendida al arte que podemos rastrear hasta la obra del arquitecto suizo-francés Le Corbusier. Lo que quizás no sabíamos es que antes de que el término se convirtiera en movimiento, los círculos comunistas ya lo habían usado para nombrar de manera general a la arquitectura moderna, pero esa es otra historia.
Habitat 67 por Moshe Safdie, 1967. Montreal, Canadá. © Blue Crow Media
Geisel Library por William L. Pereira & Associates, 1970. La Jolla, California
Barbican Centre por Chamberlin, Powell and Bon, 1982. Londres, Reino Unido. © Barbara Cilliers
La arquitectura brutalista se caracteriza por la expresión de los materiales estructurales, formas rígidas aunque inusuales que le dan una apariencia áspera y exponen los servicios del edificio. Hay una especie de honestidad en exponer los materiales y saber cómo funciona una edificación. Las construcciones suelen tener elementos modulares continuos con zonas funcionales específicas, articuladas y agrupadas en un todo, cuyo diseño está determinado por el flujo de personas que las habitarán. Las geometrías angulares repetitivas de concreto (aunque también se usaban muros de gaviones y materiales como ladrillo, vidrio, acero y piedra), la exposición de los procesos de fundición y las ventanas pequeñas le daban una cualidad escultórica a los edificios. En palabras de Reyner Braham, la arquitectura brutalista debía satisfacer algunos principios: la legibilidad formal del plano, la exposición clara de la estructura, la valoración de los materiales por sus cualidades inherentes y la coherencia del proyecto como entidad visual. Pero este Nuevo Brutalismo también apelaba a la ética, a construir edificaciones sencillas que respondieran a un propósito común.
The Cathedral of Saint Mary of the Assumption por Pier Luigi Nervi & Pietro Belluschi, 1970. San Francisco, USA. © Connie Zhou / OTTO
Cité Radieuse, Unité d’Habitation por Le Corbusier, 1952. Marseille, Francia. © Ana Puig
Trellick Tower por Ernő Goldfinger, 1972. Londres, Reino Unido.
El Brutalismo pronto se convirtió en una respuesta a los movimientos arquitectónicos anteriores y en una declaración política. Aunque se utilizó inicialmente para diseñar viviendas sociales en el Reino Unido, pronto se extendió al resto de Europa en forma de edificios institucionales, gubernamentales, campus universitarios y monumentos. Para las comunidades económicamente deprimidas y devastadas después de la Segunda Guerra Mundial resultaba atractivo el bajo costo en los métodos de construcción, y su apariencia simple atrajo el interés de arquitectos de todo el mundo que encontraron en el movimiento soluciones de vivienda progresistas alineadas con el ethos de la “utopía social” constructivista, esa que pensaba más en la ética del diseño que en la estética y pensaba el espacio desde la funcionalidad.
The Battle of Sutjeska Memorial Monument Complex in the Valley of Heroes, Spomenik Memorial por Miodrag Živković y Ranko Radović, 1971. Tjentište, Bosnia y Herzegovina.
Boston City Hall por Michael McKinnell y Gerhard Kallmann. Boston, USA, 1968. © Ezra Stoller / Esto publicada en This Brutal World, Phaidon.
Ministry of Highway Construction por George Chakhava. Tbilisi, Georgia, 1975. Cortesía Phaidon Press
El movimiento empezó a decaer a finales de la década de 1970, cuando la crítica lo asoció con la decadencia urbana, el nacionalismo y la inequidad social. Le reclamaban al movimiento que no tuviera en cuenta el entorno social, histórico y cultural de sus emplazamientos y les parecía que su naturaleza rígida producía edificios poco comunicativos y propensos a la delincuencia y el aislamiento, en lugar de ser espacios de integración y protección. Se demolieron muchos proyectos a partir de entonces, pero en los últimos años hemos visto cómo las edificaciones pasan a ser patrimonio arquitectónico y se resalta la importancia de un movimiento y un momento histórico para la arquitectura contemporánea.
Centro de Exposições por João Filgueiras Lima, 1974. Salvador de Bahía, Brasil. © Fran Parente
Stykkishólmur Church por Jón Haraldsson, 1990. Stykkishólmur, Islandia. Cortesía de www.ladentdeloeil.net
Complejo residencial Grunwaldzki Square por Jadwiga Grabowska-Hawrylak, Zdzisław Kowalski y Włodzimierz Wasilewski, 1963. Wroclow, Polonia. © Burcin Yildirim
13.07.21
Ana Cárdenas Jaramillo