Texto por Juan Ricardo Rincón
Precisamente Frieze se entiende como un escenario importante no solo para la ciudad sino también para el mundo del arte, porque tiene su papel completamente claro: el mercantilismo artístico. Es simple, pragmática y, desde este punto de vista, honesta. Vale la aclaración, ya que este tipo de iniciativas siempre suscitan las más agudas críticas tanto de los académicos como de los mamertos del arte, que hasta hoy siguen pensando que la creación artística y el mercado no son hermanos siameses.
Así pasaron los tres días de la feria, entre el despliegue escandaloso de las galerías más importantes de la escena artística: como Gagosian Gallery, Lisson Gallery y White Cube, las cuales abarcaron los espacios más interesantes de la carpa diseñada por los arquitectos SO-IL (Solid Objectives- Idenburg Liu). Y también crearon el punto perfecto de congregación para los visitantes que ansiosamente recorrían la feria para retratar las obras de Damien Hirst o Anish Kapoor.
A Frieze se va a ver arte comercial contemporáneo, de ahí que existiera tan poco espacio para el video arte, las instalaciones o los proyectos experimentales y, por el contrario, abundará la pintura. Es lo que es. Sin embargo y dentro de este marco, la feria tiene mucho que ofrecer al visitante pues, sin importar sus fines lucrativos, la curaduría en general es rigurosa y de esta manera es una ventana al mundo con respecto a la obra de artistas vivos, requisito para estar expuesto, tan emocionantes como Tom Friedman, Jack Early, Pae White, Do-Ho Suh, Paul McCarthy, entre otros.
Frieze se planta en Randalls Island, un punto excepcional en Nueva York que, además de su cercanía a Manhattan, lleva años impulsando proyectos nuevos, algunos más radicales que otros, pero todos altamente influyentes en la escena cultural de la ciudad. Claramente Frieze, como el arte en general, es elitista como también lo son el MOMA y el Guggenheim. Sin embargo, en Frieze sí se va a ver arte, no a pasar horas en las distintas tiendas que estos museos han logrado incorporar en los recorridos de sus visitantes; los cuales por momentos no saben sí están en un museo o un centro comercial. Y sí, podría esta feria ser más interesante, o por lo menos variada, si no se rigiera por esta especie de mercantilismo salvaje; habrán otras como Documenta, ArtBasel Suiza o Burning Man con enfoques más experimentales e inclusive académicos. No mejores, simplemente distintas, porque este es sin duda el vehículo más latente del arte, la variedad y el mercado mismo.
Es así como Frieze no deja de ser una iniciativa muy importante en el cronograma del arte mundial, una iniciativa que está desarrollada con todo el rigor del caso y que expone lo mejor del arte contemporáneo. Una vitrina para llevarse un claro paneo de cómo las tendencias artísticas se comportan con respecto al mercado del arte, de cómo interactúan distintas galerías; algunas globales, otras locales. Crea una interesante enciclopedia de arte por nacionalidades, curadurías o nichos de mercado. Sin duda alguna una iniciativa que es fundamental para el arte: sus coleccionistas, sus entusiastas e inclusive para el mamerto que aún hoy, a pesar de tantos ejemplos históricos, sigue creyendo que el artista, es aquel personaje bohemio y comprometido con una creación del todo indiferente al dinero.
*EXCLAMA y Juan Ricardo Rincón viajaron a Frieze 2013 gracias a la aerolínea JetBlue
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