Con su paso por la época más fértil de la publicidad en Barcelona, con los ochentas encima y un inmenso sentido de la responsabilidad -sabía que no era bueno, pero que con la competencia obsesiva y permanente de ese mundo de la «dictadura de los creativos» debía tener calidad- consolidó una voz acompañado de grandes nombres y presencia en las listas de premios del momento. Para el año 1994, su equipo figuraba con más de 20 menciones en Cannes, sus compañeros y el mundo que lo rodeaba, rompían los paradigmas de la comunicación en Europa y le salían al paso a los creativos más renombrados del continente. Entretanto, llegaba el Mac a España y se creaba una dupla perfecta entre la máquina y las ideas. Con un equipo de producción enfocado en los festivales, se ponía a prueba el ingenio sobre la marcha, se diseñaban prototipos de piezas que iban directo al consumidor, pero mantenían la esencia de la marca y la intención de la idea. En ese ambiente enrarecido por los constantes cambios, totalmente joven y desapegado del status quo, emancipando sus proyectos del idealismo comercial y haciendo propuestas que se apropiaban de algunos conceptos de la publicidad británica; decidió venir a Colombia a probar lo que nunca antes se había hecho en el país. Gracias a su participación en el Lowe de entonces, con la libertad casi absoluta de proponer ideas innovadoras, Lucho Correa llegó a dirigir el departamento creativo de Sokoloff-Samper-Polar e impuso su sistema de trabajo y una manera de decir las cosas. Definitivamente el espacio abierto, la contaminación de estar con los colaboradores reunidos sin cubículos y la franca competencia, hacían que los productos fueran cada vez más innovadores. Hoy, se repite día a día que «ser diferente no es mejor, sino, ser mejor es mejor» una frase de un director de arte, que lo inspira a hacer creatividad consecuente, con una comunicación basada en la estrategia y que no pretende ser rara por ser rara, solo si salirse del molde es absolutamente relevante. Y casi siempre funciona.
Seis años después ya puede decir lo que quiere. Ha consolidado un laboratorio alquímico en el que transforma metales burdos en productos relucientes con LIP, su propia agencia. Los clientes aprecian y entienden lo que hacen porque en ese proceso creativo ha madurado para lograr ideas diferentes gracias al pensamiento paralelo, huyendo de las obviedades y de los lugares comunes e intentando que el trabajo exprese su visión diferente de los acontecimientos. Un creativo argentino ahora residente de algún país báltico se paraba todos los días a tomarse el primer café de la mañana sobre su mesa de dibujo arguyendo que el trabajo de la publicidad debía ejercer de una manera evidente ese paradigma de cambio de visión propio del negocio. Además, para Lucho Correa los métodos y recursos a nivel de diseño y redacción hacen parte del manual que componen sus ideas. La creatividad no es inspiración solamente, el oficio y la información clara, permiten consolidar una estrategia que permite significar la comunicación. Todas las piezas deben expresar el significado de la estrategia planteada para que el laboratorio funcione y poder pasar de la línea al plano
Para ir en contra de la corriente no es necesario alejarse de la tecnología en su más pura expresión. El estudio de Lucho Correa no es un estudio digital. Entiende las posibilidades del concepto sobre la elaboración y la ejecución. Las ideas fluyen para cualquier rincón del espectro de la comunicación. En LIP, la implementación depende de la idea que sirva para la marca, no del medio por el que se transmita, por eso en las lides de la creatividad, el creador es el que propone la manera de pensar y quienes ejecutan deben lograr que las cosas pasen. En en fondo, las ideas se deben tocar y transformarse en objetos palpables para superar la dualidad entre la comodidad del medio versus la generación de pensamiento y sensaciones en el trabajo que será disfrutado por el público. Las emociones de pantalla duran pocos segundos, mientras que el mundo real puede captar la atención, dejar que el pensamiento profundice en el mensaje. Por eso en este mundo raro, en el que se sobrepone el fondo a la forma y en algunos casos, la utilidad de las herramientas ultra difusivas, colaborativas y muchas veces banalizadas, es el centro de atracción; debe primar la idea sobre la producción.
Con ideas potentes y duraderas para las marcas e impactando en la transformación de empresas -como el caso de Bogotá Beer Company, que creció junto con la propuesta de comunicación y consolidó también un estilo innovador y diferente en la manera cómo se presenta a sus clientes- LIP participa y acompaña las marcas desde el diseño y se establece como un diferencial que integra esa voz con las marcas dispuestas a cambiar e innovar. La especialidad es hacer que las ideas impacten. No hay una fórmula pero si se pueden desarrollar conceptos con empresas que estén dispuestas a arriesgar y a tomar decisiones en bold. Las marcas con las que se han aliado han crecido de la mano con la integración de proyectos con ganas de hacer algo que nunca se haya hecho.
Para ir en contra de la corriente no es necesario alejarse de la tecnología en su más pura expresión. El estudio de Lucho Correa no es un estudio digital. Entiende las posibilidades del concepto sobre la elaboración y la ejecución. Las ideas fluyen para cualquier rincón del espectro de la comunicación. En LIP, la implementación depende de la idea que sirva para la marca, no del medio por el que se transmita, por eso en las lides de la creatividad, el creador es el que propone la manera de pensar y quienes ejecutan deben lograr que las cosas pasen. En en fondo, las ideas se deben tocar y transformarse en objetos palpables para superar la dualidad entre la comodidad del medio versus la generación de pensamiento y sensaciones en el trabajo que será disfrutado por el público. Las emociones de pantalla duran pocos segundos, mientras que el mundo real puede captar la atención, dejar que el pensamiento profundice en el mensaje. Por eso en este mundo raro, en el que se sobrepone el fondo a la forma y en algunos casos, la utilidad de las herramientas ultra difusivas, colaborativas y muchas veces banalizadas, es el centro de atracción; debe primar la idea sobre la producción.