Un señor peludo al que gusta cantar sí-la-ba a sí-la-ba.
Roberto Carlos Lange es algo así como un teddy bear con un talento monumental, un personaje que es humano, pero que parece más bien haber salido de Where the Wild Things Are, o Plaza Sésamo para seducir al mundo con su estilo, pero sobre todo con la potencia desbordada de su música experimental, chueca, asimétrica y fascinante.
Lange es un inmigrante de segunda generación. Sus padres son ecuatorianos, pero él es un nativo de la Florida, lugar en el que creció con las oportunidades propias de la norteamérica de los 90, pero en el que descubrió también ese clamor y ese calor interno que lo fijaron a latinoamérica. Lange es un músico bestial de afro, panza y bigote negro que está diariamente en la búsqueda de nuevos sonidos; un tipo de oído agudo que desde chico se interesó por los estruendos que producían las cosas a su alrededor, que no descalificó, por agudo o grave, los ruidos de su entorno y los guardó en su cabeza para después hacer música con ellos. Combinando esa pasión por la música y su apetito por el arte Lange, junto al reconocido artitsa David Ellis, ha creado una gran serie de esculturas kinéticas que son reactivas a lo sonoro. Una máquina de escribir que a partir de un sonido digita la letra de una canción, pájaros musicales que vuelan, además de máquinas percutivas vivas son algunas de esas creaciones artísticas de las que es artífice este personaje.
Roberto Carlos Lange es además el frontman y el dueño de un proyecto que está revolucionando con su música y su apuesta estética llena de yuxtaposiciones entre el Instagram y el universo tropical latino, el circuito musical de suramérica y de aquellos estados norteamericanos en donde el español es casi que lengua madre. Helado Negro es una propuesta “Latino-psicodélica-funk-folk-épica”, según la “clasificación” que le da el mismo Roberto, en la cual su voz, que está curada y curtida por el mismo ron que le dieron en el tetero a Robi Draco Rosa, estalla sin clemencia; una apuesta sonora impregnada de ese misticismo alienígena de Zoé y en el que las letras están untadas de ese ánimo spanglish al mejor estilo de Junot Díaz el escritor con el que comparte esa condición de frontera propia del hijo de inmigrantes radicado en los Estados Unidos.
Con seis series musicales, Awe Owe (2009), Pasajero (2010), Canta Lechuza (2011) Lechuzita (2011), Dromido en la silla (2012) y su más reciente producción Island Universe Story One (2012), los cuales son un puro acto experimental, Helado Negro se ha convertido en uno de esos personajes a los que hay que seguirles la pista o al menos el rastro de crema que ha dejado, pues según la crítica musical especializada es una de esas apuestas que está marcando tendencia en cuanto a sonidos híbridos se trata.
Sueños y juegos del subconsciente, desparpajo y calentura de barrio, experimentación sonora y artísticas, canciones cuyas frases son cantadas sílaba a sílaba, además de la reinterpretación de la narrativa y el sentimiento de desamparado manifestado por el escritor británico Aldous Huxley, se han convertido en el patrón que rige su más reciente Ep, Universe Story One.
Por su parte canciones como 2do Día, Regresa y Ver a ver que son manifiestos de amor y soledad, de una sabrosura contenida en una cierta intelectualidad han hecho que este sujeto, que se mueve como pez en el agua en el underground, haga la venia y se presente como la nueva cosa caliente de sangre latina que está lista para estallar ante el mundo.
Fotos cortesía: Angel Ceballos