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MAESTRAS: cuatro mujeres imbatibles del arte en Medellín

Dora Mejía, Eugenia Pérez, Martha Ramírez y Miriam Londoño son mujeres artistas que viven en la ciudad de Medellín y que sin duda se han destacado por sus ideas transformadoras, por su disciplina, y por tener siempre encendida la llama de la creatividad. Estas son las vidas de cuatro mujeres que han entendido lo que significa existir a través del arte.

07.10.2021
Por: Úrsula Ochoa

Dora Mejía: Cosmogonías sobre la vida y el paisaje

Arquitecta y máster en Estética de la Universidad Nacional de Colombia, es una de las artistas que merece ser llamada maestra, en tanto que extendió el horizonte estético del arte de la ciudad a partir de sus instalaciones y sus intervenciones en el espacio. El trabajo de Dora Mejía se ha caracterizado por prestar una particular atención al paisaje en la cultura occidental a partir del análisis de su concepto, y una mirada cosmogónica donde reflexiona sobre cómo ha evolucionado a través del tiempo. Sus obras son concebidas a partir de una revisión sensible que también pone su atención en las estrellas, en aquello que nos contiene en este pequeño punto azul llamado tierra, preguntándose sobre cómo hemos perdido nuestro contacto con el universo. 

Estos intereses han sido evidenciados en poéticos trabajos como “Doce constelaciones” (1992), donde reflexiona sobre “una gran paradoja del mundo civilizado” en el cual las luces de la ciudad impiden ver las estrellas. Para la artista, “el hombre va perdiendo su contacto con el universo mientras las calles de la ciudad se iluminan y el mundo material inmediato pasa a ocupar toda la capacidad de la percepción humana”. “Vagar por el universo” (1996), es una evocadora instalación que estuvo exhibida en su segunda versión en el Museo de Arte Moderno de Medellín en el año 2015, que indagaba sobre la evolución del universo que conocemos gracias a los avances científicos y tecnológicos. De igual manera “Negro Profundo” 2000, es una instalación donde pequeñas cajas contienen imágenes de galaxias que, por un corto tiempo, se hacen visibles a través del paso de la luz y que sostenidas a la altura del observador por un muro de ladrillos apilados, indagan sobre los orígenes del hombre y el universo.  

En el año 2009 la artista realizó el proyecto “Entropías”, una propuesta que se produjo a través de pensar el paisaje “como planteamiento estético no convencional”, que reflexionó sobre algunos acontecimientos de las sociedades contemporáneas frente al entorno globalizado y local, cuyos procesos desencadenan situaciones inciertas o problemáticas, y en ocasiones irreversibles, -puntualiza la artista- sobre la naturaleza y la cultura. Una de sus últimas producciones fue presentada en la galería La Balsa en Medellín en el año 2019. El proyecto “El monte Ararat”, se configuró a partir de una serie de obras donde la artista revisó el antiguo mito del diluvio universal, meditando sobre su relación con la formación histórica del hombre tanto como la naturaleza del ser, cuando cruza en su propuesta el cielo (las estrellas) y la tierra, lo humano y lo divino. En su obra “Mujeres Rohingya” (2019), realiza un homenaje a las mujeres que pertenecen a esta minoría musulmana, que han sido víctimas de persecución y desplazamiento de sus hogares y han soportado todo tipo de violencias y sufrimientos.  


Dora Mejía, Vagar por el Universo II, Instalación en el Hall del Museo de Arte Moderno de Medellín, (2015). Imagen cortesía de Dora Mejía


Dora Mejía, Negro Profundo (2000), Instalación. (Detalle). Imagen cortesía de Dora Mejía


Dora Mejía, “Entropías, Paisaje interior” (2009), Casa Tres Patios, proyección y carteles litográficos. Imagen cortesía de Dora Mejía


Dora Mejía, Mujeres Rohingya (2019), proyección sobre velos (Hijab). Imagen cortesía Dora Mejía

Eugenia Pérez: Poéticas sensibles de la materia y el espacio

Maestra en Artes Plásticas de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional sede Medellín, tiene una especialización en Diseño Multimedia. Su obra transita por los senderos que se derivan de las relaciones entre el arte y la naturaleza; la memoria y la construcción del texto; pero también es un trabajo que nos habla de los vínculos del hombre con los otros y con su entorno. En los inicios de su trayectoria, la artista realizaba potentes esculturas en guadua que luego trascendían en imponentes instalaciones como las exhibidas en 1985 en su primera exposición individual en la Biblioteca Pública Piloto, donde según sus palabras: “se ubican en la sala las esculturas sin pretender “instalar” solo mostrar respetuosamente los objetos creados con guadua y caucho reciclado”. Posteriormente en 1991 nuevamente realiza una exposición, pero “las diferentes construcciones con guadua y caucho se producen a partir de las dimensiones físicas del espacio en la biblioteca y todas en conjunto se llaman instalación”.

Con un cuerpo de obra admirable y especialmente diverso, pero siempre afianzado en sus intereses como escultora, desarrolla un trabajo que se confirma sobre el peso y la materialidad de las estructuras, pero al mismo tiempo trata sobre la liviandad y la vulnerabilidad, donde el propio acto de percepción se vuelve reflexivo, pues la obra de Eugenia Pérez no se define solamente por sus características formales, sino por los vínculos que se construyen a partir de ellas en el espacio. Su trabajo “Sello Rosa” (2008), es una instalación compuesta de una serie de rosas negras plasmadas en baldes que fue elaborada cuando pasaba un momento complicado de salud. “Unos días yo sentía que me aliviaba, que estaba perfecta, otros días me sentía bajo tierra”. Sin duda, un trabajo poético y evocador que nos habla de lo doméstico, de la fragilidad y la permanencia del ser, donde las flores negras designan misticismo y transformación. 

Sólida y leve al mismo tiempo, material y emocional, el trabajo de Eugenia invita a la aprehensión visual para percibir su forma en una experimentación corporal y afectiva de la relación entre la obra, el espectador y los demás espectadores. Así la conformación de la estética como modo de construir espacios sensibles se hace evidente en su trabajo. En “Kissing Ball 3” exhibida en el año 2019 en el Museo de Arte Moderno de Medellín, una enorme esfera tejida con cordón de poliéster de un metro de diámetro, proponía un entorno que sería designado para besarse o abrasarse, intensificando las relaciones del tacto, de la intimidad, del límite del espacio entre la piel y la materia como un mutualismo orgánico, algo que ha caracterizado su trabajo. 


Eugenia Pérez, fotografía de archivo, vista de la exposición en 1985 en la Biblioteca Pública Piloto. Imagen cortesía de Eugenia Pérez


Eugenia Pérez, construcción en guadua y caucho, parte de la exposición de 1985. Imagen cortesía de Eugenia Pérez


Eugenia Pérez, fotografía de archivo, vista de la exposición en 1991 en la Biblioteca Publica Piloto. Imagen cortesía de Eugenia Pérez


Eugenia Pérez, bitácora, proyecto “Sello rosa”. Imagen cortesía de Eugenia Pérez  

Martha Ramírez: Lo “infotografiable” de la pintura

Aunque nació en Bogotá, sus aportes para el arte y los nuevos artistas han sido gracias a su labor como docente en la ciudad de Medellín por más de 30 años. Estudió Diseño Industrial en la Universidad Pontificia Bolivariana y es Maestra en Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia. La pintura ha sido para la artista no solo un medio material, sino que ha encarnado por años una extensión de su vocación, de lo que implica llevar a cabo un proceso juicioso de observación, reflexión, selección y “traducción” de las imágenes que hacen parte de unas realidades algunas veces adversas, y que son provistas de todo el sentido poético/estético que solo consiguen algunos pintores. 

Expuso en la sala de arte de Suramericana la obra “Demostrativos”, donde hace un tributo al abrazo como un gesto recurrente en tiempos de pérdidas y duelos.  En el año 2020 justo cuando comenzaba la conmoción de la pandemia por Covid-19, se realizó la exposición Empatía, con 45 pinturas donde la artista reflexionaba con agudeza crítica y maestría formal, sobre las experiencias y circunstancias humanas que exploran la colectividad y la subjetividad individual, y en donde se identifica “la disyuntiva entre lo ‘irrepresentable’ en la fotografía, y lo infotografiable de la pintura”. “Vivimos entre una marea de imágenes que no somos capaces de retener y, como consecuencia, vamos olvidando su significado y su incidencia en nuestra historia, cuyo impacto es inevitable en los ciclos de la vida”. 

Por otra parte, su proceso creativo enmarca un comentario sobre la historia del arte y de la pintura, en tanto que su trabajo es una conjunción entre la revisión de las formas del arte y las cosas del mundo, donde en un giño bastante certero, la artista nos hace pensar que se trata de una pintura “convencional”, pero las imágenes y los gestos se deslizan unos sobre otros, para brindarnos una dimensión pictórica que es mucho más compleja desde la voluntad de brindarse tal cual como pintura, donde podemos entender que la revolución estética sobre el orden mimético no ha consistido en la separación entre el contenido y la forma, sino que se trata por el contrario de la constitución de una superficie común.


Martha Ramírez, vista de la exposición Demostrativos, dentro del marco del MDE07. Imagen cortesía de Martha Ramírez


Martha Ramírez, de la serie Demostrativos (2006). Técnica mixta sobre pergamino animal tensado sobre madera. Imagen cortesía de Martha Ramírez


De la serie “Contracorriente” (2019). Obra exhibida en la exposición Contracorriente en el Museo de Arte Moderno de Medellín. Imagen cortesía de Martha Ramírez


De la serie “Contracorriente” (2019). Obra exhibida en la exposición Contracorriente en el Museo de Arte Moderno de Medellín. Foto: Úrsula Ochoa

Miriam Londoño: El papel como materia, el trazo como memoria

Artista de la Universidad de Antioquia con un máster en Análisis de Arte Contemporáneo de la Universidad de Barcelona, estudios de pintura en la Academia de Arte de Florencia y en el taller de Mario Palaggi, Italia. Su trabajo artístico, se enmarca sobre la correspondencia entre la escritura, el lenguaje y la memoria que es explorada formalmente sobre piezas elaboradas con papel, que no es utilizado como superficie, sino como materia y material de expresión, porque allí se contiene la mezcla de las palabras y las formas. En este sentido, sus trabajos siempre se manifiestan como poéticos trazos donde además explora las posibilidades inagotables del espacio, que es evidenciado en instalaciones y piezas que juegan de manera aguda con la bidimensionalidad y la tridimensionalidad de las obras.  

La obra de Miriam Londoño es poética y versátil, potente formalmente, pero contiene una delicadeza especial que la hace fluida y leve, propia de las imágenes y los relatos que se pueden conservar en la memoria. Su proyecto “Mapas vacíos” (2017), consiste en una serie de obras que reflexionan sobre los mapas como territorios cambiantes, transformados y mediados por emociones como el miedo, la incertidumbre y la inestabilidad social. El interés de la artista por tener una mirada expansiva sobre lo que implica la territorialidad, se debe quizás a que vivió 35 años en diferentes países donde pudo contrastar y meditar sobre las diferencias, pero también los puntos en común que poseen las naciones en términos sociales y culturales. 

Por otra parte, en su obra Ausencias (2018), a través de una serie de fotografías de algunas mujeres de la Guajira, señala en esos rostros las adversidades y al mismo tiempo la resistencia de estas mujeres al vivir en una de las zonas más pobres y desatendidas por el Estado.  Así, la obra de Miriam Londoño se ocupa de tener una conciencia sobre las imágenes, y esto implica conocer la diferencia entre el “representar” y el “hacer ver”, no desde la conmoción vacía, sino desde el cuidado que compromete tratar temas de carácter social en nuestro país. 


Miriam Londoño, Rutas inciertas del proyecto Mapas vacíos, (2017). Imagen cortesía de Miriam Londoño.


Miriam Londoño, Ausencia (2018), Impresión sobre papel. Imagen cortesía de Miriam Londoño


Miriam Londoño, Tiempos de silencio, Instalación, dimensiones variables (2019). Imagen cortesía de Miriam Londoño


De izquierda a derecha: Caligrafía del miedo y Puerta del infierno (2019). Imagen cortesía de Miriam Londoño

Autor: Úrsula Ochoa


En su formación como artista ha realizado estudios en Historia y Teoría del arte del siglo XVIII; Periodismo cultural y crítica de arte, al igual que análisis de la imagen a partir del pensamiento Estético en Friedrich Nietzsche y Aby Warburg. Ha trabajado como crítica de arte en la sesión Palabra y Obra del periódico El Mundo. Escribe para la Revista Internacional de arte Artishock y colabora con la sesión de cultura de El Espectador. Actualmente se desempeña como curadora de contenidos, asesora y docente y es candidata a Magíster en Estética de la Universidad Nacional de Colombia donde obtuvo la Beca de Facultad.

Contacto:
Instagram: @ursula8a
E-mail: ursula_c.arte8a@outlook.com  

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de EXCLAMA. 

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