La Fondazione Prada, a cargo de Miuccia Prada y su esposo, Patrizio Bertelli, nació en 1995 como el pretexto perfecto de la diseñadora para exhibir su amplia colección de arte que atraviesa años y estilos, desde el siglo XX hasta lo contemporáneo.
La nueva ubicación del espacio, inaugurado en 2005, concebido por estudio de arquitectos OMA, y bajo la dirección del holandés Rem Koolhaas, cumple con un interesante propósito: darle un vuelco al concepto tradicional de los espacios de exhibición, re-imaginar la experiencia de los visitantes e invitar a los artistas a re-definir la forma de relacionarse con el espacio.
En Prada prefieren no llamarlo un “museo”. El conjunto es, más bien, un espacio libre de restricciones lingüísticas cuyo propósito es crear un nuevo código con respecto al arte; un código que se aleja de los salones tradicionales llenos de limitaciones. En la fundación no hay límites, y el arte se desborda por los edificios. A pesar de ser el proyecto de Prada, éste se aleja de la moda, la olvida por completo, y dedica sus espacios a otro tipo de propuestas que abarcan temas de cine, filosofía, arte, ciencia y diseño.
Resulta realmente curiosa la ubicación del museo, pues se aleja por completo de la Milán burguesa para asentarse en el barrio periférico de Largo Isarco. La decisión de Prada y Koolhaas por situar el proyecto en el antiguo centro industrial recae sobre la importante relación que se ve reflejada en el diseño de los edificios y lo que albergan: una colección de joyas en medio de un lodazal.
El imponente complejo, construido sobre una vieja destilería de gin, se explaya sobre 19,000 metros cuadrados y combina siete viejos edificios con tres nuevas estructuras: Podium, Cinema y Torre.
La Torre marcó el fin de la construcción y la terminación del proyecto. Con 60 metros de altura, sus nueve pisos están en un juego constante con el espacio, pues cada uno de ellos es más alto que el que lo precede: mientras el primero tiene una altura de 2.7 metros, el último nivel mide 8 metros. La estructura moderna genera otra altura dentro del espacio de la Fondazione. Es, además, un contraste de colores: sus paredes blancas y minimalistas son el canvas perfecto para el ascensor de mármol rosado que escala los pisos.
Sin embargo, la protagonista del complejo es la llamada Haunted House, o Casa Encantada: una construcción de cuatro pisos recubierta por papelillos de oro de 24 quilates, donde se exhibe la colección permanente de la Fondazione. El edificio es, entendiblemente, el más discutido y divisivo: mientras hay quienes lo consideran glorioso, hay otros a quienes les parece vulgar.
Por su lado, el Bar Luce es el que más visitantes atrae. Diseñado por Wes Anderson, el cineasta norteamericano construye dentro de la Fondazione un espacio que transporta a los visitantes a los años cincuenta y sesenta, y que retoma los elementos más significativos de sus películas. Hay un poco de sus personajes y de su mundo en cada rincón del café, y es el espacio ideal, según el director, para vivir sus momentos de “no ficción”.
El enorme complejo es juguetón e indefinible. Mientras hay espacios que permanecen vírgenes, hay otros edificios manipulados y rediseñados. Además, la construcción resalta la yuxtaposición de conceptos que crean una experiencia visual extraordinaria: lo horizontal y lo vertical, lo nuevo y lo viejo, lo estético y lo “feo”. Es, en pocas palabras, una nueva y controvertida forma de disfrutar del arte.
Fotografías: Bas Princen, Fondazione Prada / Mattia Aquila (ascensor).