Rune Guneriussen es un artista cuyo trabajo oscila entre la fotografía y la instalación. Pese a que la imagen fotográfica funciona como el único registro de las intervenciones que realiza en la naturaleza, la belleza de la obra reside en el carácter escultórico de los objetos, que, una vez puestos allí, activan el paisaje. Noruega, su lugar de nacimiento y residencia, ha jugado un papel muy importante en su producción desde el 2005 en adelante, pues los distintos escenarios naturales y su apariencia según la estación del año, se han convertido en las locaciones perfectas para llevar a cabo su trabajo de instalación en sitio específico.
La obra de Guneriussen recuerda los trabajos de Land Art realizados en los años setenta, en los que el paisaje era intervenido con elementos que se encontraban en el lugar. Sin embargo, en este caso, los objetos que se insertan en la naturaleza son totalmente ajenos al entorno, creando así un contraste entre lo natural en su aspecto más silvestre y lo industrial o representativo de la cultura, si se quiere.
Aunque la habilidad de este artista para darle vida a los objetos inanimados es asombrosa, también resulta un tanto inquietante. Muchas de sus fotografías muestran los objetos en escenarios despoblados en los que se percibe un tinte de nostalgia, casi como si éstos esperasen que algo ocurriese. Al analizar las distintas series, se encuentra que los objetos cumplen dos funciones. Por una parte, iluminan el paisaje, en ocasiones de forma literal, dándole vida a los lugares desolados y recónditos que los contienen; por otra, al hacerlo exaltan aún más la soledad del paisaje. En este sentido, es interesante ver cómo el objeto, pese a no pertenecer allí, redefine la significación del contexto que lo rodea. Sin duda, esto responde al pensamiento del artista, pues según Guneriussen, el arte debe plantear cuestionamientos en torno a la realidad de las cosas y crear caminos para que sus historias sean entendidas.
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