Sabía que te iba a encontrar acá. ¿Qué haces en este lugar Ignacio?, creí que habías dicho que no te gustaban este tipo de sitios. ¿Me estás siguiendo? Miranda me dijo que te había visto cerca de mi casa. Ya te he dicho que no quiero volverte a ver. Me hace daño tenerte cerca, no quiero seguir cargando con nada, menos con tu peso. Olvídate de que existo. Yo ya decidí seguir mi camino lejos de ti. Yo si creo en el amor, no como tu, que decidiste matarlo.
Sin embargo, Miranda permaneció inmóvil, no se inmutó ante sus palabras. Tiempo atrás, estas hubieran roto hasta sus huesos. Para ella, nada había muerto en su interior, por primera vez su rechazo significaba vida, una que se transformaría en libertad.
Y fue esa libertad lo que la llevo a conocer a María, que vivía enamorada de un robot que ella misma había programado. Había durado casi tres meses programándolo, lo había desbaratado y vuelto a armar más de cien veces; conocía hasta su último sentimiento y estaba feliz porque sabía que aquel robot no la abandonaría. Aquellos ojos de plástico y corazón de tornillos y cables, solo serían para ella.
Llegado el tiempo, se había transformado todo en una distopía. El cabello altamente engalanado y el rostro metálico todo florido. Veintidós veces mayor, sentía toda la protección sobre él y su nueva creación. Nunca requerido y siempre bien recibo, había sido construido y ensamblado para alentar la distopía del amor.
Las ovejas metálicas también soñaban utopías amorosas y mundo felices, colmados de corazones para ser amados, embelesados y desmembrados. Muy al final del tiempo, era una historia de amor inverosímil y totalmente reinventada. Una historia que solo pudo nacer en el corazón de los amantes que habían dejado al amor sucumbir en el perpetuo vacío.
Pedro no quiere a Antonia, ni a Maria ni a nadie, a veces piensa que si, pero su emoción no llega a ser sentimiento, se trata solo de las emociones pasajeras, una multitud de momentos que se confunden y cada vez son mas deliberados. Él comienza a ser solo un objeto de las exquisiteces del diario vivir, cada vez siendo menos una víctima, para llegar a ser un producto. Un tipo de producto que se reinventa con el amanecer de las ideas inusuales de una vida cargada del placer de crear mundos alternos que los reviste de la realidad, que se presenta frente a sus ojos y que en sí, es el vacío el cual se place en llenar, fluyendo en la explosión corrosiva del multicolor. Porque en realidad, ¿qué mas placentero que llenar el vacío? nada que exija mas pureza que el crear, el estar limpio, puro, vacío; ser un lienzo en blanco, una habitación incólume esperando a ser transgredida.
Fama, desprestigio.
Pedro no reconocía con quién estaba esa noche. Pero sin duda, se sentía pleno con lo que le había pasado. Antonia lo miraba fijamenente y sabía que no se conocían, pero al verlo, se dio cuenta que era una persona que no quería dejar ir y lo selló, pintándole un tatuaje de helado en su muñeca.
Agradecimientos a los autores:
Andrea Garcia
Natalia Díaz
Ricardo Moreno
Jei Osorio
Arturo Ortíz León
Jonathan Paiphilla Espinosa
Juan Sebastian Ramirez
Ángela María Duque
Jessica Bolívar
Elvira
Ignacio Roberti