“Vengo de los arrabales de Kenia. Estoy acostumbrado a ver basura. Todos los días me despertaba y lo primero que veía era basura, así que empecé a hacer con ella mi arte”, dice Cyrus Kabiru, un keniano de 24 años, de cuerpo delgado y rasgos finos que traduce pedazos de lata y cable en las formas de sus sueños.
Dueño de una mente que ha aprendido a volar sin necesidad de psicotrópicos, Kabiru es un explorador, un observador, un artista innato que no recibió instrucción de ninguna academia, sino que extrajo de la calle, de la pobreza y de la belleza de su pueblo todas sus herramientas. Sus pinturas, esculturas y objetos disparan sin silenciador todo eso que es África.
Este joven de sonrisa pronunciada y a quien la gente conoce como el Nairobi Birdman (el hombre pájaro de Nairobi) se ha convertido en uno de los referentes del arte en el continente afro. Aunque su reconocimiento local estuvo dado inicialmente por sus pinturas -que retratan con humor la vida cotidiana de la caótica Nairobi- y por sus esculturas -hechas con tapas de botellas y pedazos de latas-, fueron sus gafas las que le dieron un lugar en el mundo y lo pusieron bajo la lente de los saben de arte.
Las C-Stunners, como él las llama, son un gesto estético que ha llevado a Kabiru a ser reconocido como uno de los artistas jóvenes y de mayor proyección internacional de África. Su trabajo habla de la creatividad y el ingenio propio de los africanos. Hechas con latas, cables, rejas, tapas, pedazos de metal y hueso, estas gafas están en un limbo entre lo futurista y lo tribal.
El amor por la construcción de gafas, según cuenta el mismo Kabiru, se lo debe a una vieja anécdota: en una ocasión, cuando era niño, el padre de Kabiru dejó caer sus gafas al suelo con tan mala suerte que un camión les pasó encima y las destruyó por completo. De vuelta en su casa, el pobre chico recibió una tunda por ser descuidado y, desde entonces, odia las gafas. Por el contrario –y por reflejo o por desquite- Kabiru siente una inexplicable atracción hacia ellas.
Transformando la basura en arte y recomponiendo los desechos, la obra de Kabiru habla de la performatividad como apuesta de vida y es un ejemplo de la cultura blin-bling, tan importante entre la juventud africana. Su trabajo es un manifiesto, una declaración que invita a los jóvenes como él a dejar de pensar que el arte es para los Mzungu (hombres blancos), a dejar de asociar el arte con la brujería y a que salgan a perseguir, como él, aquello que realmente los impulsa. Si alguien pregunta, fue un hombre pájaro quien le dio a los kenianos los lentes con los que mirar las costuras de su propio pueblo africano.