Quien nació en París bajo el nombre de Mathieu Saura y se define a sí mismo como un nómada en tiempos contemporáneos, es hoy un explorador del mundo, sin ataduras a su tierra natal gala ni a ninguna otra. Tampoco conserva su identidad original: hoy es Vincent Moon, el artista de video que viaja por el mundo buscando lo inédito y encontrando gracias en aquello que se reconoce con aprecio.
Su verdadera lucha es contra el sistema, y así suene un poco a frase de cajón, Vincent Moon verdaderamente encarna esa revolución. Pretende demostrar que otra vida es posible viviendo de las donaciones, de los regalos, de las invitaciones. Intercambiando su trabajo por buenos encuentros, comidas y hospedajes, este personaje anda con restricciones en el dinero en efectivo, pero nunca en novedad y diversión.
Fácilmente se podría decir que Vincent se puede dar el lujo de ser un revolucionario por venir de un lugar privilegiado. Pero es también gracias a eso mismo lugar privilegiado que este hombre, que dedica su vida a hacer video-retratos a los músicos que le interesan, puede ver belleza en aquello ante lo cual que quienes llevan una vida más «normal» son ciegos.
Este personaje enigmático, tal vez idealista y definitivamente susceptible de ser idealizado, comparte con nosotros sus ideas al son de una paella en un restaurante en el barrio La Soledad de Bogotá. Hojea nuestra edición pasada, le agrada la calidad del papel y pregunta por la cantidad de propaganda que incluímos allí –seguramente esperando que sea poca–.
EXCLAMA: Cuéntenos la historia de su proyecto audiovisual
Vincent: Hace cinco años comencé a colaborar en la La Blogothèque, la página de Internet de un amigo. Su idea era simplemente mostrar películas musicales en la página, así que decidimos hacerlo juntos.
Pero en un punto mi interés musical dejó de encajar ahí; La Blogothèque es muy de música indie, indie rock, indie pop… Y está bien, pero yo ya tuve suficiente de eso. Quise empezar a conocer nuevas cosas por lo cual decidí viajar. He sido un nómada por dos años y medio, y en ese tiempo mi inclinación ha girado hacia sonidos que nunca había oído, hacia culturas nunca había conocido. Fue para mí una manera muy natural de evolucionar como ser humano. Se trata del impulso más simple y más básico: la necesidad de descubrir nuevas cosas.
Decidí tener mi propia página web. Pensé mucho en la mejor manera para hacerlo; no quería que se tratara simplemente de un blog, sino que fuera algo verdaderamente bien logrado, con la mayor belleza posible.
Entonces lancé el sello virtual Petites Planètes para el cual me inspiré en la idea de una colección, una aglomeración de diarios de viaje.
Petites Planètes es en conclusión una colección de videos y sonidos de mis músicos favoritos alrededor del mundo. La verdad es que soy aficionado a la música y ya tengo una lista de más de 100 artistas que quiero conocer y con los que quiero trabajar. Esta lista está creciendo constantemente: en cada país que visito hay tantos músicos maravillosos que nadie conoce, ni siquiera en su propia tierra.
Mi página es completamente gratuita, sólo se sostiene por donaciones. Yo no me lucro con mi trabajo; si la gente quiere colaborar, está bien. Si no, también. Me sentiría demasiado incómodo si tuviera que pensar en mis filmes de acuerdo a su rentabilidad.
¿Cuál es su proceso a la hora de comenzar la producción de un video?
A menudo le pido a los artistas que escriban algo pues me interesa que ellos hablen de sobre sus propios procesos. Después de eso me veo forzado a crear el video.
Para los videos yo nunca planeo nada, es un proceso muy improvisado. No pienso demasiado… nunca oigo primero una canción y me pongo a pensar en las imágenes para acompañarla, nunca.
Me encuentro con los músicos sólo una vez antes de empezar la producción para intercambiar algunas ideas.
En mi página siempre recuento la historia de cómo el video terminó siendo lo que es y porqué. Siempre hay historias graciosas detrás del proceso, todo es siempre muy improvisado, muy Dadá en el sentido de la creación de nuevos juegos y nuevas reglas.
¿Qué trabajos ha desarrollado en Colombia?
Hace unos años estuve en Cartagena para grabar con algunos músicos de esta ciudad y de Palenque. Así conocimos a Mayté, la manager de Petrona Martínez.
Trabajar con Petrona fue imposible… ella definitivamente se negó a grabar un video pues lo ha hecho tantas veces, que simplemente no lo quería hacer de nuevo. Nos dijo “pueden grabar a alguien más. Yo sé de un hombre, nadie lo conoce, pero es maravilloso”. Nos dio entonces el nombre de Marín Díaz y nos contó que era un hombre muy viejo y que nunca había sido grabado.
Me encantó saber que era él quien había escrito esa canción llamada Rosa, que había impresionado muchísimo cuando la oí por primera vez en Barranquilla. Marín Díaz tiene 89 años, es un músico bestial y es un hombre completamente desconocido. Fue muy complaciente haber podido trabajar con él.
Ha hecho manifiesta varias veces su posición en contra del manejo comercial/capitalista de los productos culturales. ¿Qué ha encontrado de interesante en estos términos en Latinoamérica?
Bueno… en Brasil, y en Colombia también, pero especialmente en Brasil, la cultura está en exceso patrocinada por las grandes marcas.
Sé que tengo unas ideas políticas claras, pero incluso en mi forma radical de ver el mundo, reconozco que soy afortunado de poder ser pensar así. Me parece que, por un lado es una lástima que las compañías patrocinen la cultura, y por el otro sé que es una vía para que la producción de arte ocurra.
En Brasil es muy extraño encontrar un escenario para el arte que no involucre el nombre de una marca. Es algo muy intenso…está en todas partes. Es triste porque simplemente no se puede desacelerar el proceso y volver a un punto en el que la cultura no tiene marca; una vez se ha empezado a invadir el campo cultural, ya no hay nada que pueda hacerse.
Hay tantas nuevas posibilidades para el arte en estos tiempos, y a veces no somos concientes de ellas. Especialmente con las nuevas tecnologías, el artista puede ser extremadamente eficiente haciendo sus cosas de manera independiente. Eso es lo que intento probar: ¿Qué tan lejos puedo ir en mi independencia?, ¿Qué tan lejos sin atarme a ningún compromiso comercial?, y lo trato de probar con mi propia vida. Básicamente estoy tratando de demostrar que otro tipo de sociedad es posible, y supongo que no soy el único tratando de probar esto, simplemente tengo mi propia forma de hacerlo.
Este tipo de estilos de vida es sólo posible ahora. Personajes como usted existen de una forma virtual, permitida y explotada por Internet.
Realmente no estoy creando una vida virtual; para mí Internet es una herramienta. Esta es mi vida y la atravieso por Internet… sería una lástima si me que quedara atascado ahí.
El futuro de la raza humana es solo posible dentro de un equilibrio entre cuerpos y tecnologías. La única manera para que nuestra generación tenga una sensación de escape es a través del balance. ¿Cómo pueden las tecnologías ayudar al cuerpo? Es casi la idea del Cyborg, pero en este caso lo tecnológico no se integraría al cuerpo, sino que existe ya en el cerebro.
Ha mencionado algunos referentes fotográficos para su trabajo como Antoine Negatan, por ejemplo. Háblenos un poco de esto.
Antes de hacer películas, hice fotografía… De hecho a veces me pregunto porqué hago video. Me inspiran cosas muy diferentes entre sí, es probablemente una cosa generacional: Tenemos constantemente acceso a tanta información que ya nadie se centra en un tema específico.
Hace 20 años las personas se encerraban en sus propios campos, pues las esferas artísticas no interactuaban mucho entre sí. Hoy las fronteras entre los diferentes campos son borrosas y las nuevas tecnologías aceleraron ese proceso. Ya nada puede ser definido de una manera precisa, ni siquiera yo puedo hacerlo con mi propio trabajo. ¿Qué hago yo?, ¿videos musicales, retratos, documentales? La respuesta es que uno mezcla sus inspiraciones para llegar a un resultado, sea el que sea.
Teniendo en cuenta que usted es un nómada nacido en Francia, queremos conocer su opinión sobre la idea del eurocentrismo.
Para mí eso no tiene sentido. No diría que el eurocentrismo está muriendo, pero la cultura de los Estados Unidos tiene una presencia muy fuerte en el resto de culturas del mundo, y eso no me alegra para nada.
Cuando viajo encuentro cosas que, tal vez no sean mejores, pero definitivamente sí son más emocionantes: Por ejemplo, en Cambodia, encontré que actualmente la influencia cultural más fuerte es la del pop coreano. Influencias culturales que no se filtran ni por Europa ni por Estados Unidos es algo que se ve cada vez más.
De cualquier manera, ¿eurocentrismo?, ¡ni mierda!. Europa ya no ofrece nada interesante. Bueno, Europa del Este está muy movida actualmente: Polonia, Bulgaria, Serbia, Armenia… Y obviamente siento amor por la Europa occidental, pero ya no quiero ir allá para crear. Voy para inspirarme de la belleza o algo así, esta parte del mundo es sólo histórica.
¿Tiene un lugar al que llame “hogar”?
No. No lo he tenido en dos años y medio y no lo extraño.
Estoy un poco desapegado de muchas cosas consideradas como normales. Tal vez eso sea también una cosa generacional: ahora estamos viajando mucho más que hace un par de décadas atrás… Se puede llevar la vida en un computador y la idea de amistad también está cambiando -puedo considerar amigo a una persona que vi una sola vez por cinco minutos-.